martes, 27 de abril de 2010

La más hermosa de las naciones


Celebramos ayer, 26 de abril, la festividad de San Isidoro de Sevilla, obispo y doctor de la Iglesia, patrón de la Facultad de Filosofía y Letras, además de Internet y de los internautas. En unos tiempos en los que se niega a España su existencia como nación, o se le otorga esta condición en una fecha bastante tardía, me gustaría traer hoy un texto suyo donde la conciencia de españolidad aparece de forma meridiana. Fue la época visigoda un período en el que, tras el hundimiento del imperio romano, los habitantes de la península comenzaron a considerarse miembros de una nación independiente, ya no vinculada a imperio alguno, y a la cual daban el viejo nombre romano: Hispania, España. He aquí lo que escribió el autor de las Etimologías:

¡Oh España! La más hermosa de todas las naciones que se extienden desde Occidente hasta la India. Tierra bendita y feliz, madre de muchos pueblos... de ti reciben la luz el Oriente y el Occidente. Tú, honra y prez de todo el orbe; tú, el país más ilustre del globo... No hay en el mundo región mejor situada. Ni te abrasa el estío ni te hiela el rigor del invierno sino que, circundada por un clima templado, te nutren céfiros blandos. Cuanto hay de fecundo en los ejidos, de precioso en las minas y de provechoso en los animales, tú lo produces... Rica, por lo tanto, en hijos, joyas y púrpuras, fecunda también en gobernantes y en hombres que poseen el don de mandar, te muestras tan fecunda en adornar príncipes como feliz en producirlos. Con razón, ya hace mucho tiempo, te deseó la dorada Roma, cabeza de gentes, y, aunque vencedor, aquel empuje romano te desposara primero, luego, el muy floreciente pueblo de los godos, tras haber conseguido numerosas victorias, a su vez te tomó y te amó...

jueves, 15 de abril de 2010

Cantan los pájaros


Telegrama divino
en hilos del silencio,
para el alma que espera
en serena sonrisa.
Terminó la disputa
y vuelve el río manso,
la quietud de las horas
en el pulso discreto.
Reinado de lo azul,
del perpetuo horizonte
que extiende en sus papeles
la dorada promesa.
Agoniza el sentido
mientras labra el espíritu,
en su leve aleteo,
una perla sagrada.

viernes, 2 de abril de 2010

El Cordero apaleado


Temblaba, pues, Jesús que por primera vez sentía la vergüenza de la desnudez. Su cuerpo era el de un hombre. Su miedo el de un hombre. Su soledad en medio de la jauría era la soledad del hombre. Silbó el cuero en el aire. Él había dicho: Amad a los que os odian. Sintió la quemadura del primer latigazo y su carne se contrajo dolorida. Había predicado: Haced bien a los que os maldicen. Un nuevo lictor hacía vibrar ya sus correas. Ofreced la mejilla izquierda a quien os abofetea en la derecha. Saltó la primera sangre y una correa mal dirigida cruzó por primera vez su cara. Bienaventurados los perseguidos por la justicia, pensó, mientras un nuevo golpe le obligaba a retorcerse. Era un hombre, eran las espaldas de un hombre. ¿El Padre le había abandonado? Apretó sus dientes, clavó sus uñas en la argolla de hierro que le sujetaba. Temed a los que puedan hacer daño a vuestra alma, no a quienes puedan herir vuestro cuerpo. Oía las risas y los jadeos de los que golpeaban. Su espalda era ya un campo arado, rajado como por cuchillos, y la sangre se mezclaba con largos surcos azules y morados. Era un dolor tan ancho que comenzaba a no sentir los golpes. Tenéis que perdonar no siete veces, sino setenta veces siete. Sus ojos borrosos no podían ver la sangre que resbalaba ya de sus pies al suelo. Bienaventurados los que lloran, porque ellos serán consolados. Un nuevo golpe venía a borrar las fronteras del consuelo. Cedieron sus rodillas y su cabeza se golpeó con la columna al caer. Hicieron girar su cuerpo para que siguiera ofreciendo la espalda a los látigos. Ahora ya no medían los golpes y éstos herían sus piernas, sus muslos, su cintura. Ésta es mi sangre que se entrega por vosotros.

JOSÉ LUIS MARTÍN DESCALZO
Vida y misterio de Jesús de Nazaret