
Por encima del narrador, del dramaturgo, del ensayista, del poeta, del periodista autor de miles de artículos, se encontraba el sacerdote. Así lo reconocía poco antes de morir: "Soy, soy, soy sacerdote. Por los siglos de los siglos." Y en un poema suyo escribiría: "Poned sobre mi tumba mi nombre./ Y mi apellido: sacerdote./ Y nada más./ Porque jamás he sido/ ni querido ser/ otra cosa." Nada se entiende en la vida y en la obra de José Luis Martín Descalzo sin esta pasión por el sacerdocio, por Cristo y por su Iglesia. Llaman la atención estas palabras precisamente en un día en el que leo que unos mal llamados sacerdotes, los tristemente famosos curas de la parroquia de San Carlos Borromeo, de Entrevías, en Madrid, profanan de forma permanente el sacramento de la Eucaristía mediante su administración a agnósticos, musulmanes y hasta a algún marciano si pasara por allí. Como si no sufriera bastantes ataques la Iglesia para que encima se la dinamite desde dentro. El pasado día 11 se cumplieron veinte años de la muerte de mi querido y admirado Martín Descalzo. Más de una vez he traído a este blog algún texto suyo. Hoy quiero rendirle un pequeño homenaje con uno de sus poemas, un soneto eucarístico perteneciente a su "Testamento del Pájaro Solitario", libro que fue el más vendido en la Feria del Libro de Madrid del año 91. Espero que os guste.
Alguien delante
¿Quién te sembró, Señor, en los trigales,
quién espió las nubes, quién rezaba
por tu Cuerpo de Pan, cuando se alzaba
la amenaza del sol y sus puñales?
¿Quién envolvió en ternísimos pañales
mis diminutas manos, quién soñaba
al borde de mi cuna y me enseñaba
a hablar del vino y de los cereales?
¿Quién llevó las espigas a mi mano?
¿Quién acercó mi mano a las espigas?
¡Oh, custodiada vida! ¡Oh, caminante
guiado por un soplo sobrehumano!
Ya no sé dónde voy. Manos amigas
me llevan. Voy. Ya voy. Y alguien delante.