10 de septiembre de 1946. Una religiosa menuda y fervorosa se dirige en tren hacia Darjeeling, un pueblo enclavado a los pies del Himalaya, para hacer su retiro anual. Es un lugar idóneo para tomarse unos días de descanso y oración, justo al borde de las nieves perpetuas, de escalofriantes alturas que parecen como talladas para transportar el espíritu a una altura superior, hacia la región de las moradas celestiales y eternas.
En su ánimo no figura otra intención que continuar siendo una devota hermana de Loreto y una puntual profesora en la escuela de St. Mary, rodeada del cariño de sus alumnas. No puede imaginar que allí mismo, en el tren, va a tener su primer encuentro con la “Voz”, como después se referiría a ella. Una “Voz” que la llamaba a abandonar la comodidad de Loreto, donde se encontraba tan feliz, para ir a la calle a servir a los más pobres de los pobres, para dejarlo todo e ir con Él a los barrios más miserables.
No, no podía ser ésta la respuesta a su oración, a su deseo de llevar alegría a quienes había sido enviada, a su petición de “fuerza para ser siempre la luz de sus vidas y así guiarlos hacia Ti.” Sin embargo, la “Voz” no ofrecía ninguna duda en cuanto a sus intenciones: “
Ven, ven, llévame a los agujeros de los pobres. Ven, sé Mi luz.”“No negarle nada”. Éste era el voto extraordinario que Madre Teresa había hecho cuatro años antes a Dios, una entrega sin reservas, para darle cualquier cosa que le pidiera. Pero ¿cómo podía ella satisfacerle? Debía dejar aquello que amaba y exponerse a trabajos duros y a sufrimientos que serían grandes.
¿Te negarás? Se enfrentaría sin duda a la incomprensión de muchos y quizás a las burlas de algunos.
¿No me ayudarías? La obra que Jesús le pedía la obligaba a un cambio radical en su existencia, a abrazar la pobreza como norma de vida y a beber de la miseria y el dolor de las calles de Calcuta. “
Te has hecho Mi esposa por amor a Mí – has venido a la India por Mí. La sed que tenías de almas te trajo tan lejos. - ¿Tienes miedo a dar un nuevo paso por tu Esposo? Por Mí – por las almas? - ¿Se ha enfriado tu generosidad?
Durante los días siguientes, durante los meses siguientes, Madre Teresa continuaría escuchando esa voz que con ternura se dirigía a ella como
“Esposa mía” o
“Mi pequeñita”. A ella, una persona débil e incapaz, le tocaba enfrentarse a una labor de gigantes. Pero las respuestas seguían siendo cada vez más claras:
“Quiero hermanas indias Misioneras de la Caridad – que serían Mi fuego de amor entre los más pobres – los enfermos – los moribundos – los niños pequeños de la calle. – Quiero que Me traigas a los pobres – y las hermanas que ofrecerían sus vidas como víctimas de Mi amor – me traerían estas almas a Mí. ¡Sé que eres la persona más incapaz, débil y pecadora, pero precisamente porque lo eres, te quiero usar para Mi Gloria! ¿Te negarás? "

Estas palabras, o más bien esa voz, la atemorizaban; el pensamiento de comer, dormir, vivir como los indios la llenaba de miedo. Rogó a la Virgen María que pidiese a Jesús que la apartara de todo eso. Pero, cuanto más rezaba, más claramente crecía la voz en su corazón, y así rezó para que Él hiciera con ella todo lo que quisiera. “
Has dicho siempre ‘haz conmigo todo lo que desees’. – Ahora quiero actuar – déjame hacerlo – Mi pequeña esposa – Mi pequeñita. – No tengas miedo – estaré siempre contigo. – Sufrirás y ahora sufres – pero si eres Mi pequeña esposa – la esposa de Jesús Crucificado – tendrás que soportar estos tormentos en tu corazón. – Déjame actuar. – No Me rechaces. – Confía en Mí amorosamente - confía en Mí ciegamente”. “Pequeñita, dame almas – dame las almas de los pobres niñitos de la calle. – Cómo duele – si tú sólo supieras – ver a estos niños pobres manchados de pecado. Anhelo la pureza de su amor. – Si sólo respondieras a Mi llamada – y me trajeras estas almas – apartándolas de las manos del maligno. – Si sólo supieras cuántos pequeños caen en pecado cada día. Hay conventos con numerosas religiosas cuidando a los ricos y los que pueden valerse por sí mismos, pero para Mis muy pobres no hay absolutamente ninguna. Es a ellos a quien anhelo – les amo. - ¿Te negarás?”
No, Madre Teresa no se negó. A pesar de las dificultades. A pesar de su debilidad. En medio de la terrible noche oscura que sufriría durante buena parte del resto de su vida, consiguió llevar la luz de Cristo a miles de almas que vivían en tinieblas; ese Cristo agonizante que es cada pobre y cada persona que sufre pudo ver calmada su sed. Hoy la labor de la Madre Teresa se extiende por todos los rincones del planeta, aquella formidable y divina empresa que comenzó en un tren continúa llegando a los más desamparados. Madre Teresa es un claro ejemplo de cómo Dios se sirve de las personas más débiles y sencillas para llevar a cabo su obra; toda su fortaleza era Cristo. Sigamos su ejemplo. No tengamos miedo a escuchar esa Voz que en ocasiones nos invita a seguirla por los caminos más difíciles.