martes, 27 de septiembre de 2011

Lo mismo que su madre

Cuando se estaba debatiendo la anterior ley del aborto, un sacerdote, vestido a la antigua usanza, con sotana, toma un taxi en Madrid. El taxista, que quería burlarse de él, le pregunta guasón:
-¡Vaya! Y ¿qué piensa usted de todo eso del aborto?
A lo que el cura, viendo las intenciones nada serias de su circunstancial interlocutor, le contesta, sin alterarse lo más mínimo:
-Lo mismo que su madre.
Relata el sacerdote que al taxista le dio tal espasmo en la glotis que no volvió a abrir la boca en todo el trayecto, y que al llegar a su destino tuvo que preguntarle cuánto era porque hubiera podido marcharse sin abonarle un duro.

Viene todo esto a cuento porque leo en Libertad Digital que el PP anuncia una "revolución" en la Sanidad, si gana las elecciones, y que derogará la actual ley del aborto. No dudo de las intenciones del PP -tiene recurrida la ley ante el Tribunal Constitucional-, pero que nadie se engañe: si el PP anula la ley vigente, es para volver a la anterior, es decir, a los cien mil abortos anuales. Así lo ha manifestado Mariano Rajoy en varias ocasiones y ahí están las hemerotecas para comprobarlo.

Es triste comprobar cómo un partido que se opuso a la ley anterior, la del 85, la del cura con sotana, se ha transformado ahora en un partido abortista. No hay que olvidar tampoco que durante sus ocho años de gobierno no sólo no movió un dedo por arreglar al menos el coladero que suponía la ley, sino que aprobó además la píldora abortiva, la famosa RU-486. De acuerdo con que la ley actual, que despenaliza el aborto y lo permite en muchachas adolescentes sin consultar a sus padres, es peor que la que había, pero en la práctica vienen a ser lo mismo, el derecho a la vida de miles de inocentes sigue sin estar garantizado.

Me da la impresión de que a muchos militantes y votantes del Partido Popular el cambio de estrategia en este tema les ha pillado con el paso cambiado. Confiaban en un partido que defendía la vida y se encuentran con un partido más, inmerso en la cultura de la muerte; tenían fe en un partido que defendía unos principios, y ahora se encuentran con uno que los cambia por un puñado de votos. Lo mismo sucede con el voto católico, que en su mayor parte va a los populares: no saben, no se enteran, se engañan con unas declaraciones de Mayor Oreja o con las de ayer de Ana Pastor, o, si lo saben, piensan que es el mal menor. Cuando venzan en las urnas, que seguramente lo harán, habrá que recordárselo. Y desde el primer día.


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