miércoles, 30 de septiembre de 2009

Las cosas de un poeta


“¿Quién sabe las razones de un amor? Son secretas como las aguas bajo la tierra, que luego salen en manantial donde menos se espera. Nada se guarda y el amor menos que nada. A fuerza de pasar los ojos sobre este campo, lo vamos conociendo como el cuerpo de una enamorada, distinguimos todas sus señales, sabemos la ocasión del gozo, la de la esquivez. ¡Oh enorme cuerpo del amante! Por tus barrancos y por tus veras, por tus graciosos cielos, por tus caminos, ya polvorientos, ya encharcados, por tus rincones ocultos y tus abiertas extensiones, por agostos y por eneros, te he cabalgado. Tú también conoces los cascos de mi caballo. En la más dura coscoja, en la matilla más oculta, en vuelo y en terrón, en todo te he buscado.”

Así comienza “Las cosas del campo”, un libro que Dámaso Alonso definió como “el libro de prosa más bello y más emocionado que yo he leído desde que soy hombre”. Si hace una semana hablaba de la muerte de un poeta enorme, Diego Jesús Jiménez, hoy me toca hacerlo de la de otro grandísimo poeta, José Antonio Muñoz Rojas. A punto de cumplir cien años el próximo 9 de octubre, iba a escribir de él que se trataba de un viejísimo poeta –sobre todo si lo comparamos con la prematura muerte de Diego Jesús Jiménez-; pero me he dado cuenta, tras releer algunas de sus líneas, de que ese viento y esos surcos, ese campo que se renueva, permanecen eternamente jóvenes; me he dado cuenta de que un poeta como él permanece siempre joven.

Nacido en Antequera (Málaga) en 1909 –“Antequera, norte de mi pluma”, se titula un libro suyo-, José Antonio Muñoz Rojas se encuentra a caballo entre la generación del 27 (por su amistad con los poetas pertenecientes a ella y con los cuales se inició publicando en 1929 “Versos del retorno”) y la del 36 (por su regreso al mundo de los clásicos del Siglo de Oro), y se consideraba a sí mismo como un poeta de la quietud, de la serenidad y del cambio. “El silencio es fundamental para un poeta –decía-; de ahí sale todo”. Quizá por eso se mantuvo al margen de los conciliábulos del mundillo literario, lo que explica su tardío reconocimiento; premios como el Nacional y el Reina Sofía le llegaron casi a última hora, en 1998 y 2002.

Su poesía, en verso o en prosa, es un canto a lo sencillo, a lo elemental, a lo inmediato, y, por lo tanto, una celebración del mundo y de la existencia, la humilde constatación de la alegría de estar vivos. Leyendo sus versos, muchas veces me ha dado la impresión de que lo que escribe, más que un poema, son notas para un poema, apuntes del natural con los que construir luego un edificio poético. Termino con una poesía suya, de su libro “Entre otros olvidos”, que precisamente me sirvió hace años para comenzar uno de mis poemas.



Ven como sea, en la luz
de la mañana, en el primer vuelo
de cualquier pájaro de los que ahora
mismo cruzan el cielo, o se levantan
de la tierra. Ven como sea,
que esta hermosura de tarde
te necesita para su eternidad.

JOSÉ ANTONIO MUÑOZ ROJAS

miércoles, 23 de septiembre de 2009

Espacio para un sueño

Hojeando los periódicos atrasados por las fiestas, me entero del fallecimiento, a los 67 años, del poeta Diego Jesús Jiménez. Sólo conozco un libro suyo, Itinerario para náufragos (1996), pero me ha bastado para tenerle como uno de mis poetas favoritos de los últimos años. Su obra poética, inclasificable, se encuentra al margen de las corrientes estéticas de los últimos tiempos, sin que por ello deje de estar considerado como uno de los pocos autores fundamentales de su generación y, por lo tanto, del último medio siglo.

En su obra, podemos distinguir tres momentos bien diferenciados: una primera etapa juvenil, de formación y búsqueda, en la que se encuentran sus tres primeros libros: Grito con carne y lluvia (1961), La valija (1962) y Ámbitos de entonces (1963); una segunda etapa, de madurez expresiva, con La ciudad (1965, Premio Adonais 1964) y Coro de ánimas (1967, Premio Nacional de Poesía 1968); y una etapa de plenitud, con Fiesta en la oscuridad (1976), Bajorrelieve (1990, Premio Hispanoamericano de Poesía Premio Juan Ramón Jiménez) e Itinerario para náufragos (1996), con el que obtuvo el Premio Gil de Biedma, el Premio de la Crítica y, de nuevo, el Premio Nacional de Poesía.

Diego Jesús Jiménez nos ofrece en su poesía una visión del mundo centrada en el perpetuo misterio de la vida. Sin embargo, a él no le interesaba descifrar este misterio, sino “plantearlo, mostrarlo, nadar en él, vivir en él sabiendo la imposibilidad de desvelarlo a través del arte”. De ahí su escepticismo con respecto a las posibilidades de la palabra para conocer la realidad. Y es que, según decía, la labor del poeta no es conocer la verdad, sino soñarla. El resultado es una poesía hondamente reflexiva, crítica y desmitificadora, pero que, al mismo tiempo, es un canto a los “desheredados, los fracasados, las víctimas de la Historia o de cualquier historia”. Ofrezco, como homenaje, su poema “Espacio para un sueño”, con el que abre el Itinerario para náufragos antes mencionado.



ESPACIO PARA UN SUEÑO

Escondido repite,
por cipreses y yedras, un pájaro su canto.
Celebra la mirada
una batalla con el tiempo esta tarde de otoño
incendiada de nieblas. Y pensando en la Historia
-una nube de polvo en el paisaje,
las piedras estañadas por los tonos azules
que ha dejado la lluvia en las almenas- ves derramarse el tiempo.

En la antigua arquería, los fragmentos
de una inscripción indescifrable, poco a poco, se han ido convirtiendo
en pequeños reptiles disecados: belleza aniquilada
que aún deslumbra a tus ojos. Es el tiempo
que, como los ríos, huye
-rehén de sus espejos-, al obsesivo espacio de cuanto no ha vivido.

Si debemos morir, ¿por qué la vida,
sobre cualquier lugar de la memoria, continúa esperándonos?

Aletargados por el sol, decoran el silencio
cuantos signos contemplas.
Tan sólo purifica
la calma vegetal que respiras, el canto del jilguero
que la enramada oculta. Así habitas su edad
llena de sufrimiento; la geometría invisible de su música eterna.

Los malvarreales, centinelas de acequias
y de ruinas, la claridad de humo
de esta tarde de octubre, edifican el reino que contemplas.
No sabes ya si vives,
o si sueñas o has muerto y no te has dado cuenta. En sus altares
lo irremediable de la Historia es venerado. Nace de las orillas de un infinito [océano
la luz cansada de cuanto te deslumbra. No otra cosa difunde
su corazón ahora, que no sea la muerte
que continúa latiendo.

DIEGO JESÚS JIMÉNEZ


viernes, 18 de septiembre de 2009

Fin de fiesta

Descubrió su sonrisa y la siguió durante todas las fiestas, en los bailes, los desfiles, las procesiones y demás actos que marcaban las horas de esos días alegres. No era fácil dar con ella, separados por la riada de personas que acudían puntuales a cada festejo, ojos y rostros extraños en su mayoría que le hacían sentirse aún más solo y perdido en su desesperación por encontrarla.

No sabía su nombre, tan sólo que era luz. Una luz que parecía brillar de forma especial entre guirnaldas, farolillos y bombillas de colores de la feria. Cada vez que descubría su presencia, se sentía paralizado y pensaba que sería incapaz de dar un solo paso, de pronunciar la palabra que venciese ese abismo insalvable que parecía abrirse entre los dos; las estrellas quedaban para el cielo, y sus torpes manos jamás osarían adentrarse en los misterios de la noche.

No supo cómo lo hizo –sin duda el alcohol tuvo que ver bastante-, pero de pronto se vio abrazado a aquel cuerpo en uno de los bailes que poblaban la noche. El vuelo de su falda era un ave nocturna, y su cintura, la certeza del paraíso que no se creía estar rozando. La chica no parecía en absoluto disgustada, e incluso en algún momento le pareció hallar cobijo en aquellos ojos como nacidos de la noche.

Tampoco supo cuándo terminó el baile, ni cómo se habían marchado aquellos ojos que ahora mismo imaginaba tristes. Ahora las calles aparecían frías y solitarias, y la fiesta le parecería un sueño de no ser por las banderitas y guirnaldas que temblaban con el viento gris. Todo había concluido, y el otoño llamaba a las puertas con su equipaje de nostalgia. Había visto el paraíso, incluso lo había tocado con sus propias manos, pero sus labios jamás se abrieron para reclamar un sitio en él. Y ahora el viento gris regresaba. Y se reprochaba su miedo invencible. Y nadie le respondía.

jueves, 10 de septiembre de 2009

En algún coro celestial


Pensaba escribir hoy sobre los diez años que lleva ya Alfredo Kraus de ausencia entre nosotros, pero me he dado cuenta de que es casi imposible. Pocas veces ha cobrado tanta vida esa frase de “ha muerto el artista, pero su obra permanece”. No me parece que Alfredo Kraus nos haya dejado, es verdad, y menos que se cumplan diez años de su fallecimiento. Alfredo Kraus está ahí, en los discos, en “Rigoletto”, en “La traviata”, en “Werther” o en “Manon”; y también en “La tabernera del puerto”, “Black, el payaso” o “Doña Francisquita”. Uno de los dos tenores con los que me he criado –el otro es Carlos Munguía, que creo que aún vive-, es Alfredo Kraus; desde pequeño, su voz siempre ha amenazado la cristalera del patio de la casa donde vivía o me ha transportado a un cielo en el que le imagino cantando en un puesto de privilegio en alguno de los coros celestiales.

Su voz comenzó a alumbrarnos en el Teatro Real de El Cairo en 1956, en el papel del Duque de Mantua del “Rigoletto” de Verdi. Ese mismo año prestó su voz a Alfredo, de “La traviata”, en La Fenice de Venecia, teniendo como pareja a una joven Renata Scotto en el papel de Violeta. También con “La traviata” debutó en Londres en 1957, en el Stoll Theatre, y en 1958, con esta misma obra, obtuvo su gran espaldarazo al cantarla en el teatro Sao Carlo de Lisboa junto a la gran María Callas. A partir de aquí, comenzó una carrera que le llevaría a brillar con luz propia en los más importantes teatros de ópera de todo el mundo.

Poseedor de una técnica depurada, además de una gran claridad en la dicción y su dominio del agudo, alcanzando el mi bemol, Alfredo Kraus está considerado por muchos como el mejor tenor lírico de la segunda mitad del siglo XX y uno de los grandes tenores de todos los tiempos. Casi se puede decir que murió cantando, pues su último concierto se produjo once meses justos antes de su muerte, el 10 de octubre de 1998, en el homenaje a Miguel Fleta, tenor al que consideraba Kraus como el mejor de todos los tiempos. Esta longevidad en su carrera los críticos la atribuyen a su cuidado repertorio, que se limitó a la música que mejor se adaptaba a su voz.

El timbre exquisito de su voz, su elegancia y su maestría nos acompañaran siempre. Su hueco aún no ha sido cubierto ni creo que se cubra nunca al cien por cien. Dicen que el que ha emprendido su senda es el peruano Juan Diego Flórez; pero se trata sólo de eso, de su senda, porque ninguna persona puede sustituir a otra, y menos si hablamos de una de las grandes figuras de la lírica. No le gustaban demasiado los espectáculos de masas, tipo “Los Tres Tenores”, porque pensaba que la ópera debía representarse en su marco natural, que era el teatro, un lugar en el que la voz alcanza los cielos más puros. Quizá otros tuviesen un mayor chorro de voz, pero para él el arte del canto no tenía secretos. Como dijo el barítono italiano Leo Nucci el pasado 22 de junio, Alfredo Kraus “era el arte, luego están los divos, pero él era el arte”.




lunes, 7 de septiembre de 2009

Motivos para el pesimismo


Poco más se puede añadir a un chiste tan bueno, publicado por Ramón en “La Gaceta” y considerado el jueves pasado por “Alfa y Omega” como el mejor chiste de la semana. Tan sólo que dan ganas de coger la maleta y largarse (el que pueda, claro).

domingo, 6 de septiembre de 2009

Ven, sé mi luz


“Tengo sed”. Estas dos palabras pronunciadas por Jesús en la cruz son las que se escriben en cada capilla de las Misioneras de la Caridad en todo el mundo, como recuerdo del fin de espiritualidad y misión de esta congregación. Durante toda su vida, Madre Teresa siempre insistió en que la única y más importante razón de la congregación que había fundado era saciar la sed de Jesús. Una sed que va mucho más allá de la necesidad física para convertirse en una sed de amor y de almas. Una sed infinita dirigida a cada persona, a cada uno de nosotros, hacia aquellos que hemos escuchado hasta la saciedad estas palabras –quizá sea hora de que abramos el oído- y hacia aquellas personas que nunca han escuchado el mensaje del que murió en una cruz por todos, o que, si lo escucharon, tal vez lo olvidaron en los afanes de la vida. Este mensaje es la luz. Se trata de llevar la luz de Cristo a aquellos que viven en las tinieblas de la falta de fe o en esa otra oscuridad del que se cree abandonado por Dios a causa de su dolor o su miseria.

“Ven, sé mi luz”, fueron las palabras que pudo escuchar por primera vez la Madre Teresa de Calcuta durante aquel viaje en tren hacia un retiro en Darjeeling, a los pies del Himalaya. Una luz que el Señor le encargó llevar a los barrios más miserables, a los moribundos, los mendigos y los niños pequeños de la calle, a los más pobres de los pobres. Hoy se cumplen doce años de su paso al Padre, de su encuentro con esa Luz que tanto anheló, en su noche oscura, durante buena parte de su vida. Sin embargo, cuánta luz no derramaría a pesar de no verla ella, en esos “agujeros negros” de Calcuta, en tantos moribundos cuyo último recuerdo de esta vida fue el cariño de Madre Teresa y de sus Misioneras de la Caridad. “He vivido como un perro, pero voy a morir como un ángel”, fueron las palabras de un moribundo a quien recogió cubierto de gusanos. “Cuanto hicisteis a uno de estos hermanos míos más pequeños, a mí me lo hicisteis”, nos dice Jesús en el evangelio. Madre Teresa entendió perfectamente esta identificación de Cristo con los pobres y con todos los que sufren y supo encontrarle en cada persona doliente, en cada llaga que lavó con sus manos colmadas de amor. Madre Teresa es una santa de nuestro tiempo, una luz en este mundo de egoísmo y de oscuridad. Atrevámonos a seguir, aunque sea de forma mínima, su ejemplo que aún perdura.

martes, 1 de septiembre de 2009

La píldora del día después es abortiva

A partir de este mes de septiembre que hoy comienza, la píldora poscoital, la famosa píldora del día después, comenzará a venderse en las farmacias sin receta médica, a cualquier mujer que la solicite, sin límite de edad. En el folleto informativo que se entregará con la píldora, Sanidad intenta reducir sus efectos secundarios al mínimo, presentándolo como un medicamento carente de riesgos. Sin embargo, no es esto de lo quiero hablar hoy, sino de otro punto del folleto en el que se afirma que la píldora “es un medicamento hormonal que impide o retrasa la ovulación y en la mayoría de los casos evita el embarazo, pero nunca lo interrumpe. Esta píldora no es abortiva”.

Nada tendría que objetar a esta última afirmación –creencias personales al margen- si no fuera porque es completamente falsa. La píldora del día después es abortiva, interrumpe el proceso de gestación de un nuevo ser humano, que tiene su comienzo en el momento de la fecundación. Este medicamento presenta tres acciones. La primera impide que el óvulo fecundado se implante en el útero, la segunda reduce la velocidad de los espermatozoides y la tercera adelanta o retrasa la menstruación. Es esta primera acción la que impide que una nueva vida, el óvulo fecundado, continúe con su proceso normal de desarrollo y consigue que se produzca un aborto.

Que la píldora del día después presenta también un efecto abortivo no es algo nuevo para mí ni para mucha gente que conoce el tema. Sin embargo, hace ya cerca de un año, cuando me dio por participar en un foro sobre el aborto, me tomé la molestia de investigar este tema en Internet y publiqué el siguiente trabajo que ahora comparto con todos vosotros. Es un poco largo, pero espero que sea de vuestro interés.



Cuando mantengo que la píldora del día después es abortiva no me estoy inventando nada, tengo los datos suficientes para afirmar algo así. No empezaría un debate de este estilo si no contara con la suficiente documentación para avalar mi postura. En ningún momento pretendo alarmar a nadie, y menos engañar; solamente concienciar a las mujeres que toman estas pastillas y no son conscientes de lo que de verdad ocurre en su interior, en el útero materno. A las partidarias del aborto, a las que abortan y toman pastillas abortivas sabiendo lo que hacen, imagino que todo este asunto en el fondo les dará igual.

El Instituto de Bioética de la Facultad de Posgrado en Ciencias de la Salud, de la U.C.A., ha emitido el siguiente dictamen:

“Desde el punto de vista técnico, este fármaco provoca una alteración en el transporte tubárico y también una des-sincronización en la maduración del endometrio según lo informa el mismo laboratorio que elabora y comercializa estas píldoras. Esto significa que el efecto buscado es inhibir la habilidad del endometrio para la anidación del embrión humano. Si la píldora es tomada en el período periovulatorio, impide el normal desarrollo y progreso del embrión humano, lo que elimina las posibilidades de supervivencia de dicho embrión, que ya está presente.

Durante todo el ciclo menstrual, dos eventos importantes se producen en el sistema genital de la mujer: la maduración y salida de un óvulo del ovario, con el objeto de que sea fecundado, y la preparación del endometrio uterino para la anidación del bebé. El endometrio está en su mayor nivel de receptividad en el período posovulatorio, de tal manera que, si existe la fecundación, esta receptividad será máxima, facilitando naturalmente el proceso de desarrollo del embrión. La implantación (sin duda una etapa importante en este proceso, pero una etapa más) se produce entre el quinto y el noveno día después de la fertilización. A este evento del desarrollo embrionario y de la maduración del endometrio, se lo llama sincronización y es un proceso natural in vivo, porque ambos factores se dan bajo los efectos de las mismas hormonas.

El levonorgestrel (droga especialmente usada para la píldora de la que hablamos) altera la receptividad del endometrio impidiendo que el embrión siga su desarrollo y pueda implantarse, ya que a la mucosa uterina se la altera de forma tal que le faltan vasos sanguíneos, consistencia (esponjosa) y espesor. Así, el “terreno” no es apto y la implantación no es exitosa, lo que provoca la muerte del embrión. Ésta es entonces la acción abortiva del levonorgestrel, que, por lo precoz de la misma, seguramente pasará inadvertida a la madre.

Finalmente, en otras palabras:

1) Si todavía la mujer no ha ovulado en el momento de ingerir la droga, ésta podría detener el proceso de maduración del óvulo y no habrá fecundación.

2) Si la mujer está en la ovulación o muy próxima a la misma, y efectivamente se produce la fecundación, la droga actúa sobre el endometrio no permitiendo que se desarrolle, que se ponga en condiciones para que se implante el embrión, produciéndose un aborto precoz, como queda dicho.”

Aparece aquí, una palabra, levonorgestrel, que, como veremos más adelante, presenta un significado clave en toda esta historia.

¿Por qué entonces se afirma en algunos sitios que este tipo de pastilla no es abortiva? Porque se basan en la declaración de la OMS sobre en qué momento se produce un aborto:

“Los folletos de ‘Sexo con seso’, la Federación de Planificación Familiar, Cruz Roja, el equipo Daphne, la SEC, y, por supuesto, Schering niegan que la píldora del día después sea abortiva. Se basan en la declaración de la OMS de que no es aborto hasta que se produce la implantación. Sin embargo, conviene recordar que la OMS es un organismo político, no científico, y que el 100% de los libros de embriología señalan el comienzo de la vida humana en la concepción, no en la implantación. Y en los prospectos de la PDD se reconoce su carácter ‘antiimplantatorio’. Es decir, que en los casos en que se haya producido la fecundación, hay aborto. Y esto puede ocurrir en el 75% de las ocasiones, según señala el Dr. Justo Aznar”.
(lanacion.es/2008/03/01)

Seguramente os preguntaréis en qué se basa la OMS para semejante afirmación. La explicación, o manipulación, podemos encontrarla aquí:

“En concreto, se proclama que la píldora no es abortiva. Todavía lo leíamos ayer en Diario de Navarra: ‘La Organización Mundial de la Salud asegura que no tiene efectos abortivos’. Es correcto, pero, para poder decirlo, la OMS ha tenido antes que torturar las palabras y hacerles confesar lo que no querían decir. Hace casi 30 años, encargó la OMS a un grupo de expertos que cambiara la definición de concepción. La cosa era necesaria para poder dejar el campo libre a la anticoncepción. Se sabía, y sobre todo se veía venir, que muchos anticonceptivos impiden la anidación de los embriones y, con ello, acaban con la vida de seres humanos ya concebidos. Los expertos hicieron un cambio muy sutil: dijeron que, en el futuro, concepción no sería ya lo mismo que fecundación, sino que el día primero de la existencia se retrasaba al momento de la implantación del blastocito en el endometrio. Con el arreglillo, la vida y, con ella, el comienzo del embarazo se retrasaban del día 1 al 14. Y, como el aborto es la interrupción del embarazo, ya no podía haber abortos antes del día 14. Sería incorrecto, a partir de entonces, llamar aborto a la destrucción de embriones de menos de 14 días de edad. Unos hicieron caso, otros nos negamos a dejarnos engañar.”
(Gonzalo Herranz. Profesor de Ética Médica. Universidad de Navarra)

Para mayor seguridad sobre el carácter abortivo de estas píldoras, vayamos a un prospecto de la píldora April, fabricada por los laboratorios que elaboran y comercializan estas píldoras:

COMPOSICIÓN
Cada comprimido recubierto contiene:
Levonorgestrel...................................................................................................0, 100 mg
Etinilestradiol.....................................................................................................0, 020 mg
Excipientes: betaciclodextrina, celactosa, almidón de maíz, croscaramelosa sódica,
dióxido de silicio coloidal, laurisulfato de sodio, lactosa monohidrato, estearato de magnesio, amarillo ocaso laca alumínica y Opadry YS-1 blanco.................................c.s.
ACCION TERAPEUTICA
Anticonceptivo estro-progestacional monofásico.
INDICACIONES
Anticoncepción hormonal.
ACCION FARMACOLÓGICA
El efecto sinérgico de uso combinado de estrógenos y progestágenos desde el comienzo del ciclo ovárico, inhibe la secreción hipotalámica de la hormona liberadora de gonadotrofinas (GnRH). Este mecanismo interfiere con el eje hipotalámico-hipofisario-gonadal y con la secreción de gonadotrofinas. Específicamente, los progestágenos inhiben la liberación luteinizante (LH), necesaria para la ovulación, y los estrógenos inhiben la liberación de hormona folículoestimulante (FSH). Como resultado de estos cambios, generalmente se inhibe la ovulación. Otros efectos incluyen el retraso madurativo del endometrio y la inhibición de la licuefacción del moco cervical que se produce durante el período ovulatorio. APRIL genera efectos que se asemejan al ciclo hormonal fisiológico, permitiendo un mejor control del ciclo.
Los anticonceptivos orales combinados constituyen el método anticonceptivo reversible más efectivo que se conoce.
(gador.com)

Comprobamos que aquí aparece la palabra mencionada anteriormente, levonorgestrel, que, como leíamos, “altera la receptividad de endometrio impidiendo que el embrión siga su desarrollo y pueda implantarse, ya que a la mucosa uterina se la altera de forma tal que le faltan vasos sanguíneos, consistencia (esponjosa) y espesor. Así, el ‘terreno’ no es apto y la implantación no es exitosa, lo que provoca la muerte del embrión. Ésta es entonces la acción abortiva del levonorgestrel, que, por lo precoz de la misma, seguramente pasará inadvertida a la madre”. Aunque el prospecto del medicamento no lo reconozca de forma explícita y hable sobre todo del efecto anticonceptivo de estas píldoras, podemos leer al final que “Otros efectos incluyen el retraso madurativo del endometrio y la inhibición de la licuefacción del moco cervical que se produce durante el período ovulatorio”.

Vemos, pues, que el endometrio, es decir, la mucosa que cubre el interior del útero para alojar al cigoto permitiendo su implantación, resulta alterado e imposibilita que el embrión pueda seguir su curso normal y muera. Comprobamos que lo afirmado en el artículo inicial se corresponde con el prospecto de los laboratorios que fabrican esta píldora. Estamos en condiciones de afirmar, por tanto, que la llamada ‘píldora del día después’, además de un efecto anticonceptivo, posee también un efecto abortivo.