miércoles, 28 de octubre de 2009

Y ya las hojas


Desde enero sin verte y ya las hojas
cubriendo bancos, calles
y el sueño donde habitas.
No imaginé que este otro tiempo
también te alejaría,
que te ibas a vestir
con los galones del recuerdo,
tú que ya estabas en la altura
de una mirada.
Y ahora ni en esta luz donde buscarte,
ni en estas ruinas de las horas,
que te visten de olvido.

viernes, 23 de octubre de 2009

Las leyes no escritas


Hablaba Francisco Rodríguez Adrados, en un extraordinario artículo el pasado domingo en “La Razón”, sobre las leyes no escritas de los dioses, que serían “aquellas que proclamaba Antígona frente a Creonte en la Antígona de Sófocles. Aquellas previas a cualquier legislación positiva en cualquier nación o sociedad. Las que obligan a todos porque son, simplemente, hombres. Son universales, previas a opiniones y partidos, a las religiones. Hay lo que se puede votar y lo que es implacablemente verdadero, como que ahora es de día o de noche”.

En efecto. Hay cosas que no se pueden someter al consenso de todos, como se ha hablado estos días, hay leyes que son anteriores a cualquier normativa humana, que sólo debería limitarse a velar por su cumplimiento. Entre las violaciones de estas leyes se encontrarían aquellas que atentan contra la vida, como el aborto libre, que es “una de las primeras violaciones de las leyes no escritas, las de Sófocles, las leyes de la vida. La vida está por encima de las constricciones e igual el amor, del que procede. Entonces, ¿por qué tronchar vidas humanas que quieren nacer? Es, simplemente, un homicidio”.

El día o la noche, la vida o la no vida –y más ahora, con los últimos descubrimientos científicos- son cosas que no se deberían someter a votación alguna. O se es o no se es. No existe nada llamado “preembrión”, que es un término acuñado por los grupos abortistas; la vida tiene un momento de inicio, y éste no es otro que el momento de la concepción. Cualquier persona, sea cual sea su ideología, su creencia o no creencia, debería apostar siempre por un valor universal como es la vida.

A lo largo de la Historia –continuaba diciendo Rodríguez Adrados-, han existido siempre homicidios admitidos por las distintas sociedades, ya sea en el ámbito militar, judicial o religioso; sin embargo, hoy cualquier hombre con un mínimo de sensibilidad se horroriza ante todo esto. Entonces, se pregunta Adrados, “¿por qué tantos y tantas promocionan el aborto, que es homicidio de un hombre indefenso y sin culpa? ¿Qué pretenden? ¿Que nuestra sociedad se agoste? ¿Dejarle paso al emigrante?”. Un tiempo, este nuestro, en el que la conciencia parece anestesiada, seguramente por cobardía, por no atreverse a mirar a la realidad, por el “puro egoísmo de los que, con ayuda de una ley, rehuyen de algún modo, quizás sin convicción, aceptar la culpa. Porque hay una culpa, nadie lo dude. Contra las leyes no escritas de la Humanidad”.

miércoles, 21 de octubre de 2009

¿Quién rompe ese silencio?


¿Quién rompe ese silencio,
el sagrado momento de la creación,
pequeños universos que cada día crecen
en sagrarios maternos?
Dijo Dios: “Hagamos al hombre”,
y desde entonces comenzó a soplar
cada día pequeños trozos de barro,
con su aliento divino,
con su aliento de vida,
con sus leyes divinas
que la razón conocería.
Quiso dejar al hombre al cuidado de aquel proceso,
para que velara su obra
y participara de ella,
que tuviera en sus manos
aquella diminuta eternidad
que lloraba y reía,
aquel pequeño ser
destinado al tiempo y la gloria.

viernes, 16 de octubre de 2009

Tarde de domingo

También entonces descendía la tarde. También los cielos se vestían de morado y las horas se marchaban por el horizonte con paso sigiloso. Mas nada de eso importaba. Con las veinticinco o treinta pesetas que lograbas reunir de la colecta familiar del domingo, te creías con el poder suficiente para satisfacer cualquier capricho. No era demasiada la cantidad, pero bastaba para conseguir esa sonrisa que un mínimo poder económico, vedado el resto de la semana, es capaz de hacer aflorar en el rostro de un niño.

También entonces los árboles comenzaban a desnudarse y las hojas volaban sobre tu cabeza. También la nostalgia barría las calles y la luz mordía el alma. Mas tampoco importaba. La tarde era un pájaro libre para el juego y el capricho de unas golosinas. Allí estaba la tía Bolera y su eterno negro en un rincón de la plaza, con su puesto de pipas y chucherías, con su mirada detenida en quién sabe qué dolor o primavera. Era el día de asomarse al kiosco del Ángel para ver si había conseguido nuevos números del Capitán Trueno, o, tiempo después, al puesto del tío Cándido, mucho más surtido que el de la tía Bolera a la que acabaría por desplazar para siempre, que cada domingo venía, acompañado por su mujer, en su motocarro desde un pueblo cercano. El balón, los saltos o la bici quedaban para el resto de la semana. El domingo, no. El domingo había que vestirse de domingo y llegar lo más limpio posible a casa. El domingo era el día de hacer una visita a la confitería del tío Felipe y acceder a esos enormes tarros de cristal repletos de caramelos, o a la tienda de ultramarinos “La Argentina” del tío Guillermo, que se turnaba detrás del mostrador con su mujer y sus tres hijas, para probar uno de esos tronkitos que acababan de llegar, o el tigretón o la pantera rosa que vendrían después, y, de paso, a comprar los sobres de esas colecciones de cromos que nunca terminabas de completar.

También entonces las sombras te sorprendían a cada esquina, mientras un olor a churros llenaba la plaza y un hombre caminaba de vuelta a su casa con la radio pegada al oído, escuchando “Carrusel deportivo”. Pero tampoco importaba. Era la hora del cine, y las luces de colores que ribeteaban la pantalla, antes de la proyección, te anunciaban la llegada de un nuevo universo en el que pronto te sumergirías. En ese río de luz que venía de lo alto, parecía encontrarse la clave del misterio, de la vida que comenzaba a latir en la pantalla y a la que sólo podías tener acceso si mantenías los ojos fijos en ella. A la salida, aún con el pensamiento anclado a la película, ya la luna reinaba en todo lo alto y sellaba como definitivas las horas pasadas. Pero no importaba. Todavía las pinceladas del tiempo no habían comenzado a pintar el alma, el alma niña.

sábado, 10 de octubre de 2009

Imágenes que gritan

Impresionantes las imágenes que nos ofrecía el jueves “La Razón” de unas ecografías en 4D en las que se aprecia con toda claridad que el feto es un ser humano que gesticula y se mueve; todavía se pueden ver en la videoteca de su página digital, en los “+vistos”. Es tanta la diferencia de las imágenes tradicionales de una ecografía con estas realizadas en 4D, que muchas mujeres que pensaban abortar han cambiado de opinión, según afirma el doctor Luis Alcázar, jefe de Ginecología de la Clínica Universitaria de Navarra, autor de las ecografías.

En uno de estos vídeos podemos ver un feto de 14 semanas (13 semanas y 4 días de gestación, para ser exactos), un tiempo insuficiente, según la nueva Ley del Aborto, para garantizarle el derecho a vivir. Aquí no se habla para nada de creencias religiosas o de ideologías; sólo de vida, de una vida humana -¿se entera por fin, ministra?- en sus primeras fases, una etapa más de un proceso –el ser humano- que comienza en el momento de la fecundación y termina en el momento de la muerte. ¿Qué más se necesita para que algunos se quiten la venda de los ojos? ¿Es tan oscuro el horizonte de algunas ideas que impide ver lo que cualquier persona normal vería?

En este vídeo de National Geographic, también podemos ver algunas imágenes en 4D:




martes, 6 de octubre de 2009

El holocausto que no cesa

“Tomemos, por ejemplo, la actitud de los soldados japoneses hacia las mujeres chinas. Se cuentan historias terribles que hablan de la violación de jóvenes y de ancianas en Nankín. Las violaciones en grupo seguidas del asesinato de la víctima eran moneda corriente. Disponemos incluso de alguna que otra prueba de soldados que abrieron el estómago de mujeres embarazadas para clavarles la bayoneta a los fetos.”

El holocausto asiático
Laurence Rees


“En este método se utiliza una cureta o cuchillo provisto de una cucharilla filosa en la punta, con la cual se va cortando al bebé en pedazos con el fin de facilitar su extracción por el cuello de la matriz. Durante el segundo y el tercer trimestre del embarazo, el bebé es ya demasiado grande para extraerlo por succión; entonces se utiliza el método llamado por dilatación y curetaje. La cureta se emplea para desmembrar al bebé, sacándose luego en pedazos con ayuda de los fórceps. Este método está convirtiéndose en el más usual.”

Aborto por dilatación y curetaje


Ambas acciones parecen contemporáneas, sin embargo, entre las dos han transcurrido más de sesenta años. No hemos avanzado nada. Los mismos crímenes de entonces se siguen cometiendo en la época actual. Cambian los protagonistas y, lo que es más terrible, que ahora se haga en la mayoría de ocasiones con el consentimiento de la mujer embarazada, pero el resultado es el mismo, la muerte del inocente, del más débil; estremece pensar que en los dos casos se sigue utilizando un cuchillo para acabar con la víctima.

Bien sabían los soldados japoneses lo que hacían. No estaban acabando con la vida de ningún animal, ni de ninguna especie vegetal en sus primeras fases. De sobra sabían -¿verdad, ministra?- que lo que habitaba en el interior del seno materno era un ser humano en sus primeras fases de desarrollo; no hacía falta que después vinieran los científicos a demostrarlo con toda exactitud, bastaba un poco de sentido común para saber que aquello era una vida, y una vida humana.

Estos japoneses –soldados al fin y al cabo, embrutecidos por una terrible guerra- al menos luchaban, cegados por el odio, contra el enemigo, contra las mujeres y los hijos de sus enemigos, aunque su acción no admita disculpa alguna. Pero ¿y hoy?, ¿contra qué enemigos se lucha hoy? ¿Contra qué enemigo puede luchar una muchacha de dieciséis años? Pero, en un futuro que esperemos no quede muy lejano, si es que para entonces hemos conseguido poner fin a este holocausto que no cesa, ¿qué nombres recibirán los dos bandos?, ¿cómo se llamará esta guerra?



domingo, 4 de octubre de 2009

Sueño de plata

Quiso esta vez el cielo apiadarse del caballero y comenzó a enviar una lluvia mansa y discreta. No se lo pensó dos veces y abrió rápidamente su paraguas para resguardar a la dama con la que acababa de intercambiar unas palabras y que aún permanecía sentada a escasos metros de él. Era también lo que esperaba la dama, que no dudó un instante en refugiarse bajo aquel techo que tan generosamente se le ofrecía. Los dos esperaban que abriesen la puerta y permanecieron de pie y en silencio, aguardando a la persona que no tardaría en presentarse con las llaves, en compañía del único sonido, sosegado y monótono, de la lluvia.

Siempre había soñado algo así, encontrarse con su amada en el íntimo cielo de un paraguas, bajo el sueño de plata de la lluvia. Le parecía que no eran necesarias las palabras, que en ese aire detenido entre los dos se encontraban todas las conversaciones posibles. Creyó morir cuando sintió su mano sobre su brazo, ese ángel con el que se sentiría capaz de las más arduas empresas. Sólo faltaba un paso a lo sagrado, hacia el altar donde sublimar aquel sentimiento que acababa de nacer; un territorio que, sin embargo, jamás osaría traspasar porque la mano que ahora mismo le elevaba del suelo pertenecía a otro sueño, a un camino que había sido ya consagrado. No tuvo que resistir mucho más tiempo la tentación. No tardaron en abrir las puertas del templo y cada uno fue a presentar su ofrenda por separado.