sábado, 5 de diciembre de 2009

Antes de la pausa

Brillaba la inteligencia en sus ojos a través del cristal, a través de las pequeñas lentes que la hacían tan interesante y distinta del resto de las damas. El otro cristal, el de la pantalla del televisor, continuaba siendo para el caballero una barrera infranqueable, mas no por eso desistía su corazón de subirse a alturas imposibles. Añadía esta vez su dama a una belleza mansa, como el pelo liso que descansaba sobre sus hombros, un caudal de simpatía que asomaba en una voz dulce y queda y, sobre todo, en una sonrisa un tanto tímida que le hacía recordar los primeros rayos de la mañana, frágiles y decididos a la vez.

Cada noche, a la hora de la cena, acudía la dama puntual a su cita con los espectadores y con un camino insospechado que alguien trazaba para ella. No se cansaba el caballero de aquella luz tan natural que resistía sin descomponerse bajo la luz artificial de los focos; ni de buscar palabras y estratagemas para lograr que aquella imagen que ahora pertenecía a la fiebre y a la distancia cobrara ante sus ojos líquida presencia. No podía esperar demasiado tiempo esa vida, como alguna vez había supuesto, su efímera luz brillaba tras el cristal y en cualquier momento desaparecería antes de una pausa publicitaria. Sin embargo, nunca pensó que lo abandonara tan pronto, cuando esa misma noche la concursante cayó eliminada y se marchó para siempre al cuarto encendido de los recuerdos televisivos.

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