
Si entonces decía que una ley sobre el aborto no puede estar sometida al consenso de los distintos grupos políticos, ya que el derecho a la vida se encontraría por encima de cualquier normativa humana, hoy tengo que volver a decir lo mismo ante la propuesta de este referéndum. Así es, el primero de todos los derechos, el derecho a nacer, no puede depender de lo que diga una mayoría en un momento determinado. La dignidad de la vida humana es algo superior a cualquier sistema político, por muy legitimado que se pueda encontrar éste en una época de la historia, como es en nuestro tiempo la democracia. A nadie se le ocurre someter a votación la Ley de la Gravitación Universal de Newton, por ejemplo, o que la Tierra gira alrededor del Sol. Pues lo mismo sucede con la vida humana.
No estaría en todo caso claro, además, el resultado de este referéndum que, de resultar negativo para la postura pro-vida, no haría otra cosa que reforzar el proyecto de ley del Gobierno. Por otra parte, ¿en manos de quién vamos a poner la vida del no nacido? Ahora mismo no hay en el Congreso ningún partido que defienda con rotundidad la vida, pues el Partido Popular lo único que hace es oponerse al nuevo proyecto, pero se encuentra de acuerdo con la legislación vigente, es decir, con los más de cien mil abortos que se producen cada año en España; ha pasado de ser un partido que se opuso a la Ley del año 85 a apostar sin ningún pudor por el aborto. Como para fiarse de nuestros representantes.