viernes, 23 de diciembre de 2011

El misterio del dolor

 ¿Por qué una persona lleva estudiando y trabajando toda su vida para conseguir una meta y, cuando cree que la ha conseguido, se desmorona todo como un castillo de naipes de la noche a la mañana? ¿Por qué, si Dios es bueno, acepta que un muchacho se mate en un coche la víspera de su boda, dejando destruidos a todos los suyos? ¿Por qué, de igual forma, un feliz  padre de familia abandona a los suyos tras una cruel y rápida enfermedad?  ¿Por qué sufro yo? ¿Qué he hecho yo para merecer mi enfermedad o mi abandono? ¿Qué culpa tienen los niños inocentes? Son preguntas que todos nos hacemos y ante las cuales es difícil encontrar una respuesta. Y es que el dolor es un misterio al cual hay que acercarse "como uno se acerca a la zarza ardiente: con los pies descalzos, con respeto y pudor." Podemos intentar una aproximación a este problema y encontrar quizás algunas respuestas parciales, que seguramente nos abrirán otras preguntas, porque la respuesta última nunca la tendremos, porque "después de muchas palabras, el misterio seguirá estando ahí hasta que el mundo acabe."

Decía Juan Pablo II, en su encíclica sobre el dolor, que "el sentido del sufrimiento es un misterio, pues somos conscientes de la insuficiencia e inadecuación de nuestras explicaciones." Y Benedicto XVI, a las preguntas de una niña japonesa que sufrió el terremoto que asoló el pasado mes de marzo su país, respondía con otra pregunta: "También yo me pregunto: ¿por qué es así?, ¿por qué vosotros tenéis que sufrir tanto mientras otros viven cómodamente?" Aunque, como es lógico, encontraba en el dolor la oportunidad de encontrar a Jesús: "Y no tenemos respuesta, pero sabemos que Jesús ha sufrido como vosotros, inocentes, que Dios verdadero se muestra en Jesús, está a vuestro lado."

A este misterio del dolor intenta acercarse José Luis Martín Descalzo en su libro "Razones para iluminar la enfermedad" (Ediciones Sígueme, Salamanca 2009), que tengo entre mis manos, una recopilación de artículos que ya vieron la luz en la prensa en su momento o en diversos libros que los recogían y que ahora, con una temática común, aparecen reunidos en un pequeño volumen que debiera ser del interés de todos, porque nadie se encuentra inmune al dolor, y que me permito recomendar. No sólo aborda en él el problema del dolor ajeno, sino también el suyo propio, el que experimentó en los últimos ocho años de su vida. El dolor, que llama a todas las puertas y que eleva o aniquila, que oscurece los semblantes o ilumina corazones, herencia que tarde o temprano habremos de aceptar sin remedio. El dolor, ese compañero de viaje no deseado pero que tal vez nos enseñe algún camino con su áspera palabra.

sábado, 10 de diciembre de 2011

Los pecados del César


Me decepciona, don César. Tanto doctorado y licenciatura para al final acabar haciendo... un panfleto protestante. Hasta ahora, todas las propuestas de sus seis artículos publicados pueden resumirse en una sola: España es una país que presenta un atraso secular en múltiples campos, y este atraso es debido a la influencia perniciosa de la Iglesia Católica, al contrario que en los países donde triunfó la Reforma. Así de simple. Gente mucho más preparada que yo ha contestado -y refutado, a mi entender- sus ideas como es debido, pero me va a permitir, y puesto que en alguna ocasión ya recibió de mí los más encendidos elogios, hacer unas breves puntualizaciones a su última entrega.
Dice en ella que "El concepto de pecado venial es teológicamente muy discutido y discutible –no aparece, por ejemplo, en la Biblia– pero no es ése un terreno en el que vaya a adentrarme ahora." Esto es falso, como ya le han dicho, pues en 1 Jn 5, 16-17 podemos leer: "Si alguno ve que su hermano comete un pecado que no es de muerte, pida y Dios le dará vida (...) Toda injusticia es pecado, pero hay pecado que no es de muerte." Aquí, como ve, encontramos la distinción entre pecados que son de muerte y pecados que no lo son, o, como dice la Iglesia, entre pecado mortal y pecado venial.
El hombre, como ser inmerso en la historia, presenta una dimensión social e histórica, y al mismo tiempo otra universal, que afecta al hombre como tal, sea cual sea el momento histórico. Lo mismo podría decirse de la moralidad, que es histórica puesto que el hombre es histórico, aunque no todo en ella está sujeto por la historicidad. El problema estaría en determinar a qué condición del hombre se refiere cada contenido de la moral. Para ello, y en palabras de Julián Marías, "una clave sería el concepto, tan desvaído en nuestro tiempo, del pecado venial -noción más inteligente de lo que se piensa-. Siempre he pensado que su tolerancia habría ahorrado muchos pecados mortales, y que significa la articulación entre lo permanente y cambiante dentro de la moral religiosa."
Menos desprecio, por tanto, don César, del pecado venial y más repaso de la Escritura y de la Historia, que parece mentira la cantidad de inexactitudes en una persona de su preparación, aunque todo es posible cuando sólo se mira con los anteojos del prejuicio.

Para más información:
Bruno Moreno Ramos (InfoCatolica):
(Falta la respuesta a la cuarta entrega, que no pudo escribir por problemas personales)
Pío Moa (Libertad Digital):

jueves, 17 de noviembre de 2011

Estrella fugaz


Me gustan estos días de noviembre porque parece que me voy a encontrar de nuevo contigo, porque, aunque entonces te hallé, desapareciste en la misma senda por donde viniste, en la del otoño más alto, en la de los oros cansados y fugaces que son la puerta del sueño. Ahí están de nuevo el camino y el tiempo de entonces, para volver a encontrarte coronada con el sol que agoniza y con el hada del instante, el que siempre me devuelve tu rostro en estas horas delgadas y solemnes que serán siempre tuyas.

jueves, 3 de noviembre de 2011

Germán de Argumosa, cuarto aniversario


Era yo un niño cuando, en las páginas del diario "Pueblo", seguía con interés cada día las novedades de un fenómeno que había hecho su aparición por entonces y mantenía en vilo a media España: las caras de Bélmez de la Moraleda, en la provincia de Jaén. Sin embargo, poco tiempo duró el gozo de transitar por un territorio hasta entonces desconocido para mí, el del misterio, puesto que alguien decidió que aquello era un fraude y no se volvió a hablar más del tema. Así funcionaban algunas cosas en aquella época.
Años después me enteraría de que no sólo no era un engaño lo que allí sucedía, sino que el fenómeno de los rostros misteriosos continuaba produciéndose, y que hubo una persona, el profesor Germán de Argumosa, que investigó a fondo este asunto de las llamadas teleplastias. Desde ese momento, no dejaría de seguir las intervenciones del profesor en la radio o en la televisión, sobre todo en el primer medio, en unos programas que quedaban justificados con sólo su presencia.
Se cumplen hoy cuatro años de su fallecimiento y estas líneas son un pequeño homenaje a quien atrapó mi interés en tantas madrugadas, en programas como "Medianoche", del también inolvidable Antonio José Alés, el que dirigía Julio César Iglesias en RNE o, el último donde intervino de forma regular, "Turno de noche" y su Zona Cero, del prematuramente desaparecido Juan Antonio Cebrián, pocos días antes que el profesor. A punto estuvo de coincidir su marcha de este mundo con las celebraciones de los Santos y de los Difuntos de estos días. Quizá, ya en el más allá, sepa por fin no sólo lo que nos aguarda tras la muerte, uno de los temas que más le gustaba tratar, sino la solución a tantos enigmas que nos planteamos. O probablemente no, porque, como en alguna ocasión le oí decir, no quería enterarse de golpe de la respuesta a todas las preguntas, sino hacerlo de forma gradual, para seguir paladeando el estudio y el misterio.
Quizá tenga también oportunidad de seguir leyendo ese libro que se dejó a medias. Lector infatigable, manifestaba no tener demasiado apego a este mundo y que la única razón por la que preferiría permanecer más tiempo entre nosotros era por leer esos libros que aguardaban sobre su mesa; auténtica envidia me daba cuando presumía de los miles de libros que abarrotaban cada rincón de su casa y de haberlos leído casi todos. Sea como fuere, profesor, echo de menos sus intervenciones cargadas de rigor y de entusiasmo en unos temas propensos a infinidad de fabulaciones y charlatanes; no abundan entre nosotros gente con su seriedad y su buen hacer.

martes, 4 de octubre de 2011

El susurro de una brisa suave


"Todo el que por mí deja casa, hermanos o hermanas, padre o madre,
hijos o tierras, recibirá cien veces más y heredará la vida eterna."
Mateo 19, 29

Parece que otra clase de viento, además del de la tormenta, se desató en la noche de la Vigilia en el aeródromo de Cuatro Vientos y a lo largo de toda la JMJ. Un viento cuya voz no era la del huracán, ni la del terremoto, ni la del fuego, sino acaso el susurro de una brisa suave (1 Re 19, 12). Así, contaba ABC el domingo el caso de Belén, una chica de 23 años graduada en periodismo, que después de participar como voluntaria en estas jornadas se dio cuenta de que su verdadera vocación era convertirse en misionera; en noviembre se marcha a Etiopía con las Hermanas de la Caridad, la congregación fundada por la Madre Teresa de Calcuta. O el de Belén, una peruana de 18 años que se confiesa muy rebelde, y que quiere dedicarse a la vida consagrada. También el de Jesús, que lleva ya una semana en el Seminario Municipal de Sevilla y que desde su trabajo como voluntario en la diócesis, intercambiando correos electrónicos, conoció el entusiasmo de los peregrinos y sintió la llamada. Y el de otro Jesús, un cuarentón alejado de la Iglesia que trabajaba en el área de sistemas durante la JMJ y que quedó subyugado por el ambiente de trabajo de esos días; se sentía, además, atraído por una compañera de trabajo y, en sus propias palabras, "después de años sin pisar la iglesia, me encontré en una capilla pidiéndole a Dios que me diera coraje para decirle que la quería, algo que no habría hecho jamás"; por fin se atrevió el último día y un mes después se han comprometido para casarse. Estos son solo algunos de los primeros frutos de la JMJ, porque la mayoría, igual que la parte sumergida de un iceberg, aún permanece oculta y solo irá aflorando con el paso de los años.

Más cercano a mí que todos estos casos que relato, aunque anterior a la JMJ, es el de Luis, mi compañero de la rondalla, un chaval de 22 años que la semana pasada marchaba para comenzar su segundo año en el Seminario Mayor de Toledo. Podría sentirlo si pensara de forma egoísta, ya que prácticamente me deja solo con el laúd -él toca la bandurria- en un grupo cada vez más reducido de instrumentos. Pero me doy cuenta de que lo suyo es algo superior, algo que pertenece a la íntima esfera en que escuchamos la voz de Dios: nada menos que una llamada a proclamar el mensaje del Señor en los afanes de la vida. Id al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación (Mc 16, 15), nos dice también Jesús en el evangelio, y él ha aceptado la difícil pero maravillosa tarea de recorrer cielos y caminos para llevar su Palabra. A veces me pregunto cómo tiene que ser esa llamada, qué palabra o viento nos mueve a dejarlo todo para dedicarse en exclusiva a quien es fuente de toda vida y mar de todo anhelo, misteriosa perla que se forma en lo más profundo del ser.

Porque la vocación al sacerdocio es un misterio de amor entre un Dios que llama por amor y un hombre que le responde libremente y por amor. Es también una llamada a ser puente entre Dios y los hombres y una llamada a estar en el mundo, para proclamar la salvación, pero sin ser del mundo (Jn 17, 11-16). Es la decisión de un hombre que quiere dedicar su vida a ayudar a sus hermanos a salvar sus almas y a poner más en consonancia este mundo con la Palabra de Dios. No es, como muchas veces se cree, un sentimiento. Se suele decir que "siento la vocación". Pero la vocación no se siente; es, más bien, una certeza interior que nace de la gracia de Dios que toca el alma y pide una respuesta libre. Si Dios nos llama, la certeza irá creciendo en la medida en que nuestra respuesta vaya siendo más generosa. No es tampoco un destino irrevocable, algo a lo que no podemos escapar sin remedio; la vocación es un misterio de amor y el amor es siempre libre; si yo no respondo con generosidad, la llamada de Dios queda frustrada. Ni es por supuesto un refugio para el que tiene miedo a la vida. O una carrera como cualquier otra: la vocación es una historia de amor. No debemos tampoco buscar una seguridad matemática; en la vocación sacerdotal se debe aceptar el riesgo del amor, aunque sea, eso sí, un riesgo en manos de Dios.

He hablado sobre todo de la vocación religiosa, pero la voz de Dios no se circunscribe sólo a estos ámbitos de la vida consagrada. Todos podemos sentir en nuestro interior el susurro de una brisa suave, para la tarea que nos ocupe: el matrimonio, el trabajo, el estudio, las misiones o cualesquiera sean las peripecias que nos toque afrontar en nuestro paso por esta vida. La amistad, el amor, la duda, el cansancio, el dolor; todo puede ser iluminado por ese paso silencioso de Dios al que debemos estar siempre atentos; todos podemos sentir en nuestras entrañas la palabra divina.

martes, 27 de septiembre de 2011

Lo mismo que su madre

Cuando se estaba debatiendo la anterior ley del aborto, un sacerdote, vestido a la antigua usanza, con sotana, toma un taxi en Madrid. El taxista, que quería burlarse de él, le pregunta guasón:
-¡Vaya! Y ¿qué piensa usted de todo eso del aborto?
A lo que el cura, viendo las intenciones nada serias de su circunstancial interlocutor, le contesta, sin alterarse lo más mínimo:
-Lo mismo que su madre.
Relata el sacerdote que al taxista le dio tal espasmo en la glotis que no volvió a abrir la boca en todo el trayecto, y que al llegar a su destino tuvo que preguntarle cuánto era porque hubiera podido marcharse sin abonarle un duro.

Viene todo esto a cuento porque leo en Libertad Digital que el PP anuncia una "revolución" en la Sanidad, si gana las elecciones, y que derogará la actual ley del aborto. No dudo de las intenciones del PP -tiene recurrida la ley ante el Tribunal Constitucional-, pero que nadie se engañe: si el PP anula la ley vigente, es para volver a la anterior, es decir, a los cien mil abortos anuales. Así lo ha manifestado Mariano Rajoy en varias ocasiones y ahí están las hemerotecas para comprobarlo.

Es triste comprobar cómo un partido que se opuso a la ley anterior, la del 85, la del cura con sotana, se ha transformado ahora en un partido abortista. No hay que olvidar tampoco que durante sus ocho años de gobierno no sólo no movió un dedo por arreglar al menos el coladero que suponía la ley, sino que aprobó además la píldora abortiva, la famosa RU-486. De acuerdo con que la ley actual, que despenaliza el aborto y lo permite en muchachas adolescentes sin consultar a sus padres, es peor que la que había, pero en la práctica vienen a ser lo mismo, el derecho a la vida de miles de inocentes sigue sin estar garantizado.

Me da la impresión de que a muchos militantes y votantes del Partido Popular el cambio de estrategia en este tema les ha pillado con el paso cambiado. Confiaban en un partido que defendía la vida y se encuentran con un partido más, inmerso en la cultura de la muerte; tenían fe en un partido que defendía unos principios, y ahora se encuentran con uno que los cambia por un puñado de votos. Lo mismo sucede con el voto católico, que en su mayor parte va a los populares: no saben, no se enteran, se engañan con unas declaraciones de Mayor Oreja o con las de ayer de Ana Pastor, o, si lo saben, piensan que es el mal menor. Cuando venzan en las urnas, que seguramente lo harán, habrá que recordárselo. Y desde el primer día.


miércoles, 21 de septiembre de 2011

Supervisor de gatos



El Odioso Señor es un personaje de "Tres sombreros de copa", la magistral comedia de Miguel Mihura, que intenta ganarse los favores de Paula, la chica protagonista. El señor de la Moncloa puede resultar odioso por numerosos motivos, sobre todo por llevar al país a los cinco millones de parados o por volver a abrir las heridas de nuestra Guerra Civil. Pero cuando resulta en especial odioso es cuando intenta mostrarse poético o gracioso. Si hace tiempo soltó eso de "la tierra solo pertenece al viento", ahora le ha tocado el turno a Ramón Gómez de la Serna con "El mejor destino que hay es el de supervisor de nubes, acostado en una hamaca mirando el cielo" (creo que no la citó entera), una greguería que evoca, desde un dolce far niente, la serena contemplación de las figuras celestes para engañar el curso de las horas, oficio destinado en principio a pastores o poetas, además de a todo aquel con un mínimo de sensibilidad en sus venas. No comparto eso que se ha dicho de que no ha hecho otra cosa desde que llegó a la Moncloa. No. Por desgracia no ha dejado de hacer cosas, y ninguna buena, en estos más de siete años en los que, un día sí y otro también, no ha parado de socavar los cimientos de nuestra convivencia y nuestras instituciones. Magnífico el chiste de Mingote el lunes, con todos los bolos de nuestro país -Educación, Trabajo, Justicia, Economía...- por el suelo, y  con el único que queda en pie, la Meteorología, a punto de ser derribado con un trabuco por el de las cejas.

Yo, por si acaso se le ocurre poner sus manos sobre las nubes, ya me he buscado una ocupación para cuando quiera alejarme del alocado tráfago de los días: supervisor de gatos. Sí, como lo oyen. La familia de gatos mediopensionistas que habita en el jardín, frente a mi ventana, ha tenido un retoño que hace las delicias de mis pupilas y me distrae de alguna tarea en apariencia más provechosa. Pocas cosas hay más graciosas que los animales cuando son pequeños; te puedes pasar los minutos observándolos sin que el segundero te avise de que estás vivo. Y este gatito ha perdido ya su timidez inicial y trepa por los árboles y juega con su madre y sus hermanos, tíos, primos o vete tú a saber el parentesco que les une, ajeno por completo a los ojos embobados que le miran. Lo dicho: supervisor de nubes. Por si al de la Moncloa le da por clavar sus cejas en los caprichos del viento.


viernes, 16 de septiembre de 2011

Yo fui gigante

Recuerdo que en mi niñez,
alegre más de una vez,
delante de ellos corrí.

FIACRO IRÁYZOZ
"Los gigantes de Pamplona"




Y con ellos también corrí. Con ellos sobre mis hombros, quiero decir. Corriendo en esta ocasión detrás de los niños y asustándolos y soportando a veces sus chanzas, que de todo había. Porque durante muchos años he sacado los gigantes, los gigantones, en las fiestas del pueblo. Durante muchos desfiles me ha tocado bailar al son de la música y el confeti, y dar vueltas y correr de un sitio a otro detrás de la muchachada o retirarme cuando algún infante aún demasiado tierno no comprendía que aquella cabezota que le miraba sólo estaba hecha de cartón piedra y rompía en llanto. Estos días han vuelto a salir a las calles y, aprovechando que esta vez no necesitan mi ayuda para desfilar -y bien que lo siento-, quisiera escribir unas líneas sobre el origen de esta tradición que tanto colorido aporta a las fiestas de nuestro suelo patrio.


No hay que buscar un origen único a los gigantes, ya que nacen en diferentes partes del mundo distantes entre sí, aunque muy posiblemente tengan en común su relación con ceremonias rituales o iniciáticas. Así, podemos encontrar figuras gigantes en la Roma clásica, en las praderas de los indios americanos del siglo XIV o en el África del siglo XV. Se han hallado gigantes o cabezudos en cien países o territorios de todo el mundo. En la actualidad, su entorno alcanza contextos sociales muy diversos, pudiendo hallarlos, por ejemplo, en representaciones festivas o en otras de tipo exclusivamente religioso.


El origen de las figuras gigantes, tal y como las conocemos en la actualidad, debemos buscarlo en ceremoniales religiosos muy antiguos, en los cuales hacen su aparición con el fin de mostrar, por encima de las cabezas de los presentes para así magnificarlo, al ser o dios que representan con su imagen, haciéndolo presente al mismo tiempo mediante danzas y cánticos rituales. En Europa y otros lugares, fueron evolucionando desde estos orígenes, en un contexto de religiones paganas, hacia elementos didácticos y festivos, como cuando eran usados por los juglares y en teatros ambulantes para reforzar sus representaciones, o con su integración en los carnavales.


Sin embargo, esas figuras antiguas eran muy distintas de las actuales, así como la forma en que eran portadas, puesto que comprendían desde una cabeza de madera tallada, situada encima de una vara y con el cuerpo envuelto en una tela, hasta estructuras de paja, sin representar a ninguna imagen específica, que después del ceremonial podían acabar quemadas. Tampoco su evolución, al nacer en distintos lugares del mundo no conectados entre sí, fue la misma en todas partes. Así, por ejemplo, el caballete, el elemento que permite mantener al gigante en toda su altura, incluso cuando no se halla dentro el portador, no se incorporó antes del siglo XII, y rara vez fuera de Europa.


Llegamos al año 1311 en Europa, cuando el papa Clemente V, tras unos años de decaimiento, revitaliza y regula la fiesta del Corpus Christi. Y, a pesar de que no se detalla cómo debe desarrollarse la celebración procesional, ésta pasa a ser en todo el orbe un desfile de elementos religiosos, muchos de ellos sobre "carros triunfales", adaptándolos sin embargo a los intereses de la fiesta. De esta forma, los gigantes, la  tarasca, los cabezudos y todo tipo de fabulario se incorporan a una fiesta que con el paso del tiempo va añadiendo nuevos elementos procedentes sobre todo de las representaciones gremiales. Si a esto añadimos los bailes populares, como la danza de las espadas, nos encontramos con que dicha celebración ejerce una enorme atracción para las clases sociales más bajas, ya que en ella encuentran reflejados muchos de los elementos pertenecientes a sus costumbres y tradiciones.


El origen de la tradición actual en España data de la Edad Media. Así, ya encontramos referencias escritas en 1201 en Pamplona, con tres gigantes que representaban a tres personas de Pamplona: Pero-Suciales (leñador), Mari-Suciales (aldeana) y Jucef-Laucari (judío). Solían salir en la procesión de San Fermín el 25 de septiembre. De aquí pasó la costumbre al reino de Castilla y sobre todo a la Corona de Aragón.


Llegamos al año 1780, cuando se produce en España un hecho importante: la prohibición del desfile de las figuras y de la interpretación de danzas dentro de la procesión del Corpus, puesto que "el pueblo las seguía de forma demasiado festiva y se distraía de la finalidad principal." Aquellos elementos que la Iglesia hizo suyos para fomentar la participación del pueblo en la procesión del Corpus pasaban ahora a ser indeseables y se los eliminaba de la fiesta.


Esto significó el fin para muchos gigantes en nuestro país, que terminaron víctimas del polvo y del olvido, cuando no directamente en la hoguera. Localidades que contaban con una fuerte presencia y protagonismo de las figuras en la procesión, como es el caso de Sevilla, las perdieron para siempre. Sin embargo, en otros lugares no hicieron caso de la prohibición o las situaron unos metros por delante del desfile, con lo que se consiguió mantener viva una tradición que aún perdura hasta nuestros días, adoptando diversas formas de manifestación y enriqueciendo la que quizá pueda considerarse la página más importante de la cultura popular y tradicional en el mundo.

lunes, 12 de septiembre de 2011

Motivos para la huelga


Aprovechando que hoy comienza el curso en multitud de colegios de toda España, traigo aquí el contrato que le han obligado a firmar a una profesora amiga mía. Anda diciendo no sé qué de una huelga, y me temo que en esta ocasión tenga motivos.

miércoles, 6 de julio de 2011

Atrás



Atrás, más atrás en el tiempo,
por los caminos de la luna
o en recuerdos del viento,
mas no para quebrar
la ley del cielo
o conjugar de nuevo el verbo.
Solamente un instante,
el terrible momento
-rotos al fin los años-
de mirarte a los ojos
y morirme de miedo.


martes, 14 de junio de 2011

Mi apellido: sacerdote

Por encima del narrador, del dramaturgo, del ensayista, del poeta, del periodista autor de miles de artículos, se encontraba el sacerdote. Así lo reconocía poco antes de morir: "Soy, soy, soy sacerdote. Por los siglos de los siglos." Y en un poema suyo escribiría: "Poned sobre mi tumba mi nombre./ Y mi apellido: sacerdote./ Y nada más./ Porque jamás he sido/ ni querido ser/ otra cosa." Nada se entiende en la vida y en la obra de José Luis Martín Descalzo sin esta pasión por el sacerdocio, por Cristo y por su Iglesia. Llaman la atención estas palabras precisamente en un día en el que leo que unos mal llamados sacerdotes, los tristemente famosos curas de la parroquia de San Carlos Borromeo, de Entrevías, en Madrid, profanan de forma permanente el sacramento de la Eucaristía mediante su administración a agnósticos, musulmanes y hasta a algún marciano si pasara por allí. Como si no sufriera bastantes ataques la Iglesia para que encima se la dinamite desde dentro. El pasado día 11 se cumplieron veinte años de la muerte de mi querido y admirado Martín Descalzo. Más de una vez he traído a este blog algún texto suyo. Hoy quiero rendirle un pequeño homenaje con uno de sus poemas, un soneto eucarístico perteneciente a su "Testamento del Pájaro Solitario", libro que fue el más vendido en la Feria del Libro de Madrid del año 91. Espero que os guste.


Alguien delante

¿Quién te sembró, Señor, en los trigales,
quién espió las nubes, quién rezaba
por tu Cuerpo de Pan, cuando se alzaba
la amenaza del sol y sus puñales?

¿Quién envolvió en ternísimos pañales
mis diminutas manos, quién soñaba
al borde de mi cuna y me enseñaba
a hablar del vino y de los cereales?

¿Quién llevó las espigas a mi mano?
¿Quién acercó mi mano a las espigas?
¡Oh, custodiada vida! ¡Oh, caminante
guiado por un soplo sobrehumano!
Ya no sé dónde voy. Manos amigas
me llevan. Voy. Ya voy. Y alguien delante.





sábado, 28 de mayo de 2011

Tarde de mayo



Lloviendo lleva toda la tarde en este mayo saciado de flores y de verdes prodigiosos. Bajo mi ventana, una rosa solitaria soporta estoicamente, cabeceando leve, el agua que cae sobre sus pétalos. Es una lluvia mansa, silenciosa, de esas que dicen que son capaces de pasar con suavidad las hojas del recuerdo. Como hice ayer cuando me refugié entre trastos viejos y telarañas del alma. No hizo falta escarbar muy hondo porque aún está reciente, a pesar del más de un año transcurrido. Unos pocos pasos de la lluvia y ya estabas ahí, como ayer mismo, como el último beso que luego supe de despedida. No recordaba, en cambio, los pequeños tesoros que tuve entre mis manos. Una petaca, una cartilla de un banco, unas viejas carteras llenas de estampas y algún pequeño calendario. De cuando era muy niño, de antes incluso que naciera, tu último año de soltero. Entristecía comprobar cómo esos años, que también serían luz y rosa, eran ahora un viejo papel ajado y amarillo. Así también nuestros nombres. Un día, tras muchas lluvias, serán papel envejecido, vivos quizá en el corazón de alguien, y otro día, tras muchas lluvias más, se disolverán para siempre en el viento. Ha dejado de llover y un tímido sol se ha posado en la rosa, como si una mano invisible y bondadosa intentara rescatarla del agua que arrastra a la descomposición. He ahí nuestra esperanza. Una luz tras las tinieblas, una voz tras el silencio, un corazón amante e infinito que nos rescate de los siglos.

A mi padre

sábado, 30 de abril de 2011

Sobredosis de belleza


-¿Cuándo acabaréis?
-Cuando termine.

Quién no recuerda la deliciosa pugna verbal entre el papa Julio II-Rex Harrison y Miguel Ángel Buonarotti-Charlton Heston en "El tormento y el éxtasis", la película dirigida por Carol Reed en 1965 en la que se narra la gestación de esa obra maestra de la pintura que son los frescos de la Capilla Sixtina. Nos contaba nuestro profesor de Historia del Arte de COU casos de gente que se había desmayado ante semejante sobredosis de belleza, en lo que se conoce como Síndrome de Stendhal, aunque el escritor donde en realidad se desmayó fue en la basílica de la Santa Cruz de Florencia.

No es lo mismo ir a ver una obra de arte que admirarla en la distancia, pero en cualquier caso aquí os ofrezco una visita virtual a la Capilla Sixtina en una presentación que dicen llevó tres años para armarla. Espero que os guste y preparad las sales por si acaso.

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jueves, 31 de marzo de 2011

Vuelta a la infancia


"Legendario Circo Mundial. Dos únicas funciones viernes y sábado a las 19:00 h." El cartel del circo transportaba a Pablo a una infancia que imaginaba situada en las orillas del tiempo, un lugar que suponía para siempre a salvo de las manillas del reloj. Los colores del payaso parecían dar una mano de pintura a los colores desleídos por los años, y las fauces del león despertaban de un letargo un temor infantil que volvía a removerse en su pecho. Hacía tiempo que un circo no visitaba la localidad, y pensó que sería una buena oportunidad para que sus retoños experimentaran las mismas sensaciones que él había sentido de pequeño. Sí, definitivamente lo haría; no esperaría al sábado y asistiría a la primera función, la del viernes, en compañía de sus muchachos.

No sabría decir quién estaba más entusiasmado, si sus hijos, que acudían por primera vez a un espectáculo semejante, o él mismo que volvía a ser niño otra vez, que se adentraba de nuevo en la carpa sagrada de la infancia. Los números circenses se sucedían entre la voz electrizante del maestro de ceremonias, el ojo inquieto de los focos y la entrega de un público que aplaudía a rabiar tras cada una de las actuaciones, a las que consideraba sólo posibles tras un caudal de horas que escapaba con mucho de sus cálculos. Trapecistas y volatineros, payasos y malabaristas lograban convertir en sonrisa el paso raudo de las horas. Por fin, el número que tantos esperaban: los leones. Una ligera inquietud comenzó a embargar el ánimo de Pablo cuando unos empleados comenzaron a montar la jaula que, a pocos metros de donde se encontraban, ocuparían en breves minutos las fieras. Era el miedo que había experimentado de niño, que crecía por momentos, el temor a que, a pesar de lo poco probable del suceso, algún animal se escapase y se abalanzase sobre él; era el Pablo niño que volvía. El rugido de uno de los leones, el más próximo a él y sus hijos, provocó que cerrara con fuerza los ojos en un gesto que, algunas veces de pequeño, le había permitido evadirse momentáneamente de la sensación de peligro. Sin embargo, en esta ocasión, cuando hubo de abrirlos, el miedo que le atenazaba no había retrocedido lo más mínimo: allí seguía frente a la fiera que, con su enorme cabeza y sus ojos sin clemencia, le miraba fijamente, armado tan sólo con una lanza, mientras la multitud gritaba enfervorizada su nombre:
- ¡Paulus, Paulus, Paulus!

jueves, 17 de febrero de 2011

I wanna be loved by you

Con el aire fresco del amanecer, hoy se ha levantado tu sonrisa, Marilyn. (No te esfuerces, Scarlett, Marilyn no hay más que una, y, por mucho que te arregles y te peines como ella, no dejarás de ser sólo una imitación; aunque tampoco está nada mal como eres). Ay, esa falda. Anoche tuve la oportunidad de volver a ver a Marilyn Monroe, en "La tentación vive arriba", una película que, por algún misterioso motivo, se me había escapado hasta ahora. Curiosamente, en la escena donde se le levanta la falda para refrescarse los... tobillos, aparece siempre de medio cuerpo, bien de cintura para abajo, bien el busto y sus palomares, y no como en las fotografías que todos conocemos. Unas fotos que, por cierto, le costaron el divorcio de su marido de entonces, el jugador de béisbol Joe DiMaggio. Nadie como ella para encarnar el papel de rubia tonta. O no tanto, que al parecer tenía un coeficiente de inteligencia superior al del mismísimo Einstein; gloriosa siempre y fascinante en cualquier caso. Es verdad que hay sonrisas, flashes, que atontan, y la suya es una de ellas. Es aparecer en pantalla y quedarte literalmente turulato, bajo el péndulo de su mirada y de las palabras que, aun en toda su intrascendencia, no dejan de parecer mandatos divinos. Fantástica Marilyn y fantástico Billy Wilder en la dirección y en el guión suyo y de George Axelrod, que en algún momento me recordó al Mihura de "Tres sombreros de copa". I wanna be loved by you, Marilyn, aunque sólo sea en ese transbordo a los sueños que es el cine. Ya, ya sé que esta canción pertenece a otra cinta -con otra vez las faldas y el maestro Wilder de por medio-, pero es siempre tan dulce oírla de tus labios, Marilyn...


jueves, 20 de enero de 2011

Los nombres compuestos


Encontró de nuevo el caballero una dama con la que -esta vez sí- descifrar el alfabeto de la luna. Le pareció que se trataba de ella, la tanto tiempo soñada, porque su aparición fue como la de un ángel; la transparencia y la calidez de sus palabras, ese jardín que dejaban intuir sus frases sólo podían provenir de las más altas regiones celestes. No hacía mucho que se había incorporado al lugar donde él trabajaba desde hacía años, y apenas sabía gran cosa de ella, de esos mundos que imaginaba altos y nevados con sólo su presencia; sus relaciones había ido poco más allá de los saludos y las frases de rigor. Pero daba por supuesto que esa luminosidad que experimentaba al escuchar su voz ella también la sentiría con él, que, si bien era cierto que parecía mostrar la misma calidez y amabilidad con otros compañeros de trabajo, estaba convencido, por razones que él solo sabría explicar, de que el elegido había sido él.


Aquel día estaba contento porque por fin había podido acceder al mundo que ella frecuentaba, a su círculo de amigos; lejos de la rutina del trabajo, tenía por fin la oportunidad de conocer quién era en realidad aquella hada de la que sólo conocía el nombre y unas cuantas estrellas. Llegado el momento de las presentaciones, llegó el turno en que ella debía nombrar al caballero. Dijo sin dificultad el primer nombre, mas -ay, la maldición de los nombres compuestos- titubeó y erró en el segundo. Todo el universo que se había construido se desmoronó en un segundo. La luna y las estrellas de sus sueños eran en realidad de cartón y papel platilla, y hasta la voz de ella, siempre limpia y luminosa como un domingo soleado, le parecía ahora moneda usada: él era sólo uno más de los beneficiados por la salida del sol, de los bendecidos por su luz generosa. Por supuesto ya no le entregaría la poesía que con tanta ilusión le había escrito, cuyas palabras sentía ahora desaparecer como emborronadas por una lluvia en su alma. Ya sólo esperaba el momento de la despedida, que procuraría buscar lo más pronto posible con cualquier excusa, para refugiarse en su castillo de soledad, un refugio harto conocido cuyo vacío parecían gritar con más fuerza los primeros rayos de la mañana.

viernes, 7 de enero de 2011

Las viejas palabras


Bueno, a mí en realidad lo que me gustaría es tenerlo entre mis manos, aspirar su olor a antiguo y sentir entre mis yemas el tacto de los siglos. Hablaba Gabriel Albiac, en un reciente artículo, de los viajes agotadores, las estancias incómodas o las horas de búsqueda para acceder a determinados textos, escondidos entre los fondos restringidos de las grandes bibliotecas europeas o norteamericanas, y que ahora bastaba con entregar a sus alumnos un listado con los enlaces a esos libros. Nadie duda de las infinitas posibilidades de Internet, de acceder, con sólo mover un dedo, a las joyas de la literatura universal o plantarte virtualmente en cualquier rincón del mundo. Pero no lo cambio. No cambio la experiencia, el conocimiento de los viajes y las horas husmeando entre el polvo y las viejas palabras por el luminoso universo de la pantalla. A mí lo que me gustaría es perderme entre papeles y años antiguos y sentir la aspereza del paso del tiempo. En cualquier caso, bienvenida sea la oportunidad de acceder a tesoros como el que hoy os ofrezco. Espero que os guste.



En un lugar de la Mancha...