lunes, 28 de diciembre de 2009

jueves, 24 de diciembre de 2009

La casa de Jesús

Han traído los medios de comunicación estos días la noticia del hallazgo de la primera casa en Nazaret que data de los tiempos de Jesús. Situada a unas decenas de metros de la Basílica de la Anunciación, la construcción estaba formada por dos habitaciones y un patio con una cisterna excavada en piedra donde se almacenaba el agua de la lluvia. Los escasos útiles que se han encontrado son sobre todo fragmentos de cuencos de cerámica de los siglos I y II después de Cristo, además de otros fragmentos de cuencos de yeso, que sólo utilizaban las familias judías por motivos religiosos.

Bien pudiera servirnos este hallazgo para acercarnos, en estos días tan especiales, a ese Niño que nace esta noche. Si los restos encontrados son de la época del Nazareno, bien pudo conocer Jesús la casa en cuestión, e incluso haber estado en ella, quizá por algún recado de su padre, porque jugaba allí con un amigo de la infancia o porque pasó a visitar a un enfermo; o, ya puestos a soñar, acaso nos encontremos ante la mismísima casa del Salvador, ¿por qué no?

En cualquier caso, estas piedras encontradas –enterradas bajo los siglos, de una casa perecedera al fin y al cabo- pueden llevarnos a ese otro templo vivo que sólo tardó tres días en ser levantado cuando los hombres lo destruyeron, a esa otra casa de infinita misericordia que lleva en pie más de dos mil años. Asomémonos a este templo santo y sintamos el vértigo de la Encarnación, asomémonos a esta casa eterna y sintamos por unos instantes el calor del Amor más grande. Porque, si de verdad atisbamos el verdadero sentido de la Navidad, no podemos sentir otra cosa que vértigo y asombro, desconcierto e incomprensión. Góngora intuyó a la perfección su significado cuando escribió eso de “porque hay distancia más inmensa / de Dios a hombre que de hombre a muerto”. Así es. En la cruz, Cristo salta de hombre a muerto (una distancia pequeña, que todo hombre ha de cruzar), mientras que en Belén el salto es infinito, nada menos que de Dios a hombre.

En Navidad, de esta manera, lo Infinito se hace finito, Aquel que no tenía ninguna necesidad de nosotros se viste con nuestras ropas y viene a nuestro encuentro, la criatura desvalida que es el hombre encuentra al fin una casa segura donde cobijarse. Acerquémonos esta noche a ese humilde pesebre para vislumbrar siquiera el Misterio tan grande que nos acaba de suceder. Feliz Navidad.

sábado, 19 de diciembre de 2009

Nieve sucia


Uno ya no sabe cómo definir lo indefinible, cómo poner nombre a lo que no es merecedor de nombre alguno. De forma magistral lo ha resumido Montoro, como es habitual en él, en su viñeta de ayer de “La Razón”. Porque, efectivamente, lo peor de todo es que sí han votado en conciencia, a ningún diputado se le ha obligado a votar a favor de la nueva Ley del Aborto, y si al final lo han hecho ha sido porque más que su conciencia ha pesado esa prebenda altamente lucrativa que es un escaño de diputado. Me pregunto, ahora que estamos a las puertas de la Navidad, qué es lo que van a celebrar esos congresistas que se llaman cristianos pero que no han dudado en amordazar su conciencia con tal de conservar su canonjía. Si a algo se ha parecido el Congreso estos días, ha sido a un mercado, a un mercado de la muerte en el que, a cambio de unos votos, han entrado en el lote unas cuantas vidas más de inocentes. También estos días hemos podido asistir, problemas derivados al margen, al maravilloso espectáculo de la nieve, a esa alfombra para el alma que son esos infinitos campos nevados que se funden con el horizonte. Qué pena. Con los días tan estupendos que ha habido y algunos no pensando en otra cosa más que en emborronarlos con sucias leyes.


sábado, 12 de diciembre de 2009

Tarde de otoño


Me gusta pasear con el Rufo en las puestas de sol y devolver el saludo a la buena gente. Sentir en mi piel el frío, aún no excesivo, de este final de otoño y sonreír con el alma al viento. Contemplar el sol manso sobre las paredes de la ermita y pensar que dentro se esconde otra luz que nunca cesa. El viernes es día de visita al templo, y un desfile pausado de gente se acerca a besar los pies a Jesús Nazareno y a adecentar el alma, en un diálogo cuyas sílabas a veces saltan desde el fondo de los ojos. Mientras, carretera arriba, algunos hombres del campo regresan con el sol y el dolor del día a sus espaldas. Se encienden ya las primeras luces cuando un cielo morado desciende hasta las calles y cierra el día y las palabras.

Y a ti, muchacha, decirte que muchos ocasos como éste nos separan, que algún sueño se perdió en ellos y me dejó sus cicatrices. Que el tiempo es sólo una luna que se enciende con sonrisas como la tuya, y que te amo en esa luz.

sábado, 5 de diciembre de 2009

Antes de la pausa

Brillaba la inteligencia en sus ojos a través del cristal, a través de las pequeñas lentes que la hacían tan interesante y distinta del resto de las damas. El otro cristal, el de la pantalla del televisor, continuaba siendo para el caballero una barrera infranqueable, mas no por eso desistía su corazón de subirse a alturas imposibles. Añadía esta vez su dama a una belleza mansa, como el pelo liso que descansaba sobre sus hombros, un caudal de simpatía que asomaba en una voz dulce y queda y, sobre todo, en una sonrisa un tanto tímida que le hacía recordar los primeros rayos de la mañana, frágiles y decididos a la vez.

Cada noche, a la hora de la cena, acudía la dama puntual a su cita con los espectadores y con un camino insospechado que alguien trazaba para ella. No se cansaba el caballero de aquella luz tan natural que resistía sin descomponerse bajo la luz artificial de los focos; ni de buscar palabras y estratagemas para lograr que aquella imagen que ahora pertenecía a la fiebre y a la distancia cobrara ante sus ojos líquida presencia. No podía esperar demasiado tiempo esa vida, como alguna vez había supuesto, su efímera luz brillaba tras el cristal y en cualquier momento desaparecería antes de una pausa publicitaria. Sin embargo, nunca pensó que lo abandonara tan pronto, cuando esa misma noche la concursante cayó eliminada y se marchó para siempre al cuarto encendido de los recuerdos televisivos.

martes, 1 de diciembre de 2009

Perdón, violación y aborto

Hace unos días, mi estimado José Luis Alvite, cuya lectura en “La Razón” debo agradecer al inefable José Antonio Zarzalejos, autor en grado de tentativa del asesinato del ABC, hablaba en su columna, entre otros asuntos, del perdón y del aborto, y se sorprendía de que “los mismos que en nombre de Dios se muestran razonablemente capaces de perdonar al violador, sean en cambio intransigentes con quienes defienden un texto legal que permite el aborto de la mujer violada”.

Virtud cristiana es el perdón, en efecto; y mucho amor se necesita para perdonar a la persona que te ha violado, aunque delitos más graves han sido alguna vez merecedores de esta generosidad del corazón. El mismo Juan Pablo II perdonó a quien quiso asesinarle, aunque su hermoso gesto no consiguiera librar de la cárcel a Ali Agca. Y en más de una ocasión hemos podido escuchar cómo algún familiar del terrorismo etarra perdonaba a los criminales. Una cosa es el perdón, algo que no está al alcance de cualquiera y para lo que es preciso una grandeza de espíritu fuera de lo normal, y otra bien distinta la responsabilidad penal. No confundamos, por tanto, ambos términos. El violador podrá ser o no perdonado por la víctima, pero seguiría siendo merecedor de un castigo penal. Trasladando el mismo razonamiento a la cuestión del aborto, una cosa sería el crimen del aborto –esté o no penalizado- y otra bien distinta el perdón que la Iglesia pudiera otorgar a las personas implicadas en él, siempre que hubiera, claro, arrepentimiento por parte de las mismas. Lo que estaría en todo momento fuera de toda lógica, además de la más mínima perspectiva humana, sería considerar como un derecho ambos delitos, la violación y el aborto. ¿Se imaginan que algún político defendiera un supuesto derecho a la violación? Enseguida lo correrían a gorrazos, como es lógico. Pues en el mismo caso nos encontramos con aquellos que pretenden elevar el aborto a la categoría de derecho, con la consideración, además, de que esta acción, poner fin a una vida humana, es mucho más grave que la violación. Nos encontramos, por tanto, con que la nueva ley pretende no ya la despenalización de un delito –que continúa siendo horrible-, sino la consideración del mismo como un derecho.

Se hablaba también en ese artículo de la intransigencia, y muchas veces da la impresión de que siempre que sale esta palabra a relucir tuviera que ser necesariamente algo negativo. Pues yo sí me apunto a esa intransigencia que no permite la muerte de un ser inocente, como me apunto a la que no permite cualquier otro crimen, como me apunto a la que no permite la violación, porque, en definitiva, eso de “un texto legal que permite el aborto de la mujer violada” no significa otra cosa que “un texto legal que permite el asesinato de un ser que no ha tenido ninguna culpa de la violación”.

jueves, 26 de noviembre de 2009

Fin de noviembre


Con algo de retraso, pero ya están aquí los primeros fríos, los fríos de verdad. De los árboles del jardín, al olmo apenas le quedan unas cuantas hojas del inmenso globo o sueño amarillo de hace unos días; en cambio, el paraíso aguantará hasta finales de diciembre. Hoy el día está gris, afiladamente gris, con la tristeza bañando el alma y cada cosa, con la luz y su fecha de caducidad a punto de cumplirse. Bajo mi ventana, agoniza el Beckham, el último de una generación de gatos medio callejeros que nos ha acompañado desde que vinimos al pueblo, hace doce años. Lleva ya más de un mes enfermo, con sus mejoras y sus recaídas, pero, para ser sinceros, no creo que pase de esta noche. Creo que es sólo el afecto, las palabras cariñosas con que le llamamos, lo que consigue que se estiren sus horas un poco más. A quien echo de menos es a la lluvia y su rumor oscuro, una mansa lluvia que calme el ansia y esta soledad de la luz, que purifique esta amargura y colme el tiempo con su sueño antiguo. Y mientras tanto el día, a lomos de pequeñas palabras, a punto de marcharse al cielo incierto de las viejas lunas.

Para el Beckham, en el recuerdo.

sábado, 21 de noviembre de 2009

Una mirada de cine


Sólo un tipo duro como Humphrey podía haber resistido ese fuego del cielo. No me extraña que en su primer trabajo juntos, “Tener y no tener” (1944), quedara prendido de ella y se casaran al año siguiente. Hace unos días, Betty Joan Perske recibió el Oscar honorífico por su carrera cinematográfica. Seguro que este nombre no les dice nada, pero si escribo Lauren Bacall, seguro que caen en la cuenta. O “The Look”, La Mirada, tal como era conocida por la intensidad de la misma.

Esto de los Oscar, como casi todos los premios, tiene a veces sus injusticias, sus lagunas inmensas, y la no concesión de este premio a Lauren Bacall era una de ellas. Claro, que tampoco se lo concedieron a Alfred Hitchcock (sí, han leído bien), ni a Howard Hawks (el de “La fiera de mi niña” y otro buen puñado de obras maestras), ni a Cary Grant como mejor actor, y se tuvieron que conformar con el honorario. Y a un maduro John Wayne, cuando después de viajar en “La Diligencia” para defenderla de los indios o de recorrerse medio Monument Valley en busca de Natalie Wood en “Centauros del desierto”, al fin se lo concedieron por “Valor de ley”, película en la que aparecía con un parche en un ojo, no se le ocurrió otra cosa que exclamar: “Si lo llego a saber, me lo pongo antes”. Comprensible su respuesta.

Lauren Bacall sólo estuvo nominada una vez, como mejor actriz secundaria, por “El amor tiene dos caras” (1996); hubiera tenido narices (las de Barbra Streisand, su hija en la película) que se lo hubieran concedido por esta interpretación. Bienvenida sea, por tanto, esta concesión del Oscar, aunque haya tenido que esperar unos cuantos años y se le haya concedido casi por la puerta de atrás, en una ceremonia que por primera vez se desgaja de la gala de la Academia de Hollywood. Títulos como “El sueño eterno”, “Cayo Largo”, “Cómo casarse con un millonario”, “Escrito sobre el viento” o “Mi desconfiada esposa” brillan con luz propia en el universo cinematográfico; y, en cada uno de ellos, una mirada que traspasa las pantallas, que te desarma y te fulmina hasta casi disolverte en el éter: Lauren Bacall, The Look, La Mirada.

jueves, 19 de noviembre de 2009

Como entonces


Se parece a ti. Diría que eres tú. Es más: yo sé que eres tú, al menos para el reloj del alma. Y tan de blanco como en aquel otoño, con ese triunfo blanco en tu mirada. Cualquiera que no te conociese diría que eres una aparición, un ángel del más remoto cielo; pero yo sé que eres tú, con la certeza de la nieve y la plegaria del anhelo, con ese pájaro oculto en tu mirada. ¿Por qué todas se te parecen en estos días? ¿Por qué siempre vuelves en un cielo de nácar? Mil palabras aguardan que las redimas, que les digas que son tuyas para elevarte. No podía imaginar que siguieses ahí, que en el tiempo de la luz me esperases. Sé que eres tú porque el ángel vuelve, porque el alma te persigue, como entonces, con sus palomas encendidas.

martes, 17 de noviembre de 2009

Veinte años después


Conservaba aquellos recuerdos como en un pliegue del silencio, a salvo del mundo y de sus horas, en donde tal vez sólo el canto de los pájaros pudiese interpretar su auténtico valor. Recordaba las horas de clase, las escapadas al bar a tomarse un bollito a media mañana, las horas en los jardines de la facultad en donde cada beso de ella era como una pequeña muerte en primavera, a salvo de palabras inútiles y del paso acelerado de la gente. Creía ver todavía su rostro deletreado por el sol, cada pliegue y cada sonrisa en su exacto significado, con cada palabra como la auténtica trama de la vida.

Veinte años después de todo aquello, encontró el caballero la posibilidad de abrir aquella puerta, de salir de nuevo a aquella hierba que aún debía de conservar las huellas de sus cuerpos. Había sido algo tan simple como teclear su nombre en las páginas blancas de Telefónica en Internet y encontrar una dirección. Se sorprendía de que fuese el nombre de ella el que apareciese al lado de un teléfono, pues suponía otro nombre en su vida, pero no podía saber qué había sido de su existencia en todos esos años. Pensó en descolgar el teléfono y escuchar aquella voz en otro tiempo tan familiar; sin embargo, finalmente decidió ir en su busca y encontrarse con ella, que las miradas decidiesen lo que habría de suceder.

El pequeño chalé parecía bastante coqueto. Un sauce crecía en una esquina y sus hojas secas regaban el césped de un jardín que suponía cuidado por aquellas manos delicadas que un día tuvo entre las suyas. En la acera de la calle, más y más hojas se amontonaban hasta formar un río hacia el olvido. Apostado en una esquina, no percibió el más mínimo movimiento en la puerta durante un largo rato; alguien, sin embargo, debía de vivir allí, alguien cuyo corazón alentara esas paredes como un día alentó su sueño. Por fin, la puerta se abrió y una figura femenina comenzó a cruzar el umbral, aún borrosa por la sombra y la distancia. Había llegado el momento. Veinte años se encontrarían frente a frente. Veinte años, de golpe en una calle. Sin embargo, antes de percatarse siquiera de quién era esa mujer, giró sobre sus pasos y se dio la vuelta. Prefirió que esos besos y esas caricias viviesen para siempre en la luz de una lejana primavera.

domingo, 15 de noviembre de 2009

Una sola palabra

La persona tan querida de la que hablaba tres entradas abajo era mi padre, que sufrió un desvanecimiento del que por fortuna parece que se va recuperando. Ya se encuentra en casa, aunque de momento el aire de la calle no puede ni olerlo. Tampoco puede, por tanto, cumplir con su costumbre diaria de asistir a misa y recibir la Comunión. Todo tiene remedio en esta vida, eso es al menos lo que dicen, y si mi padre no puede acudir a la iglesia, pues que sea la iglesia la que venga a él, en esta ocasión en los pasos de un sacerdote. Todo, entonces, acordado para que se presentara en casa a la una del mediodía de ayer sábado.

Pero, hete aquí, y menos mal que avisó a tiempo, que no se presentaba solo en casa, que venía acompañado de otra persona. Todo preparado para recibirle a él y resulta que viene con alguien más. Y menuda compañía. Mucho más importante que el alcalde y el resto de autoridades locales o provinciales, como anuncian en los programas de las fiestas. Mucho más importante que el presidente autonómico y su corte de consejeros. Más importante incluso que el obispo. Y que un ministro o el Presidente del Gobierno. Y que el Rey. Y que el Papa. Nada menos que el mismísimo Jesús de Nazaret se presentaba en casa y yo sin enterarme. Sí, el mismo que comía con publicanos y pecadores. El mismo que anunció a Zaqueo que se hospedaba en su casa, para llevarle la salvación. El mismo a quien dijo el centurión que no era digno de que entrase en su casa. Yo tampoco lo soy, Señor. Pero una sola palabra tuya limpiará mi alma.

viernes, 13 de noviembre de 2009

Puesta de sol


La caída de la tarde, silenciosa, lenta, suavemente inapelable, con ese ángel que parece asomar por el horizonte y ese gemido del alma, con las luces que se marchan y esas otras luces que se encienden en los ojos y en las casas, hora de recogimiento y de oración, de volver a contarle secretos a las cuatro paredes, de perderse en los laberintos del sueño y de pronunciar las palabras que a la vez son vuelo y nuevo día.



Coloca el cursor en la parte superior de la foto del enlace; verás que señala las 6:10 de la tarde. Bájalo lentamente con el ratón, sin presionarlo, y podrás contemplar una puesta de sol en Hong Kong. Gracias, Henar.



sábado, 7 de noviembre de 2009

Era noviembre

Era noviembre cuando el sol
comenzó a dibujar tu rostro,
cuando a falta de nombre
te puse el de una estrella.
No importaban las hojas en el suelo,
el nombre ajado de la luz,
tampoco el verso dolorido
que lentamente entraba en los pulmones
ni el reinado callando del ciprés.
Eras tú quien triunfabas
sobre nostalgias y cenizas,
sobre reflejos y minutos
que en vez de al tiempo
se marchaban contigo.

miércoles, 4 de noviembre de 2009

Sucede que te mueres

Pues sucede que te mueres, que ya no estás aquí, que lo que era hace un instante ya no es y que la incredulidad asalta el alma y los ojos de cuantos te miran. Unas frases inconexas, unas convulsiones, y te marchas para siempre de este mundo y del corazón de los tuyos; así, de la noche a la mañana, sin nadie que te avise de esta cita, abandonando tus cosas y tus esperanzas a pesar de que “aún surgirán mañanas luminosas,/ que, bajo un cielo azul, la primavera,/ indiferente a mi mansión postrera,/ encarnará en la seda de las rosas.”, como dice el famoso poema de Agustín de Foxá.

Hace unos meses escribía un post donde alertaba de los síntomas del infarto cerebral. Seguro que nadie –yo también, lo reconozco-, o casi nadie, se acuerda de ellos, al menos de todos, o tal vez haya gente que aún no los conozca. Hoy, alguien muy querido para mí se encuentra en el hospital. Gracias a Dios, no ha sido grave y ha podido contarlo, aunque aún se encuentra en observación. No ha sido propiamente un infarto cerebral, pero sí algo relacionado también cerebro; gracias a la rápida actuación de los servicios del SAMUR, la cosa no ha ido a mayores. Vuelvo ahora a transcribir la regla, mediante tres preguntas, para reconocer estos síntomas –a esta persona le sucedía lo de las frases inconexas- porque creo que es de interés general. Cópiela o apréndasela de memoria; quizá pueda salvar una vida.

1. Pida al afectado que SONRÍA.
2. Pídale que levante AMBOS BRAZOS.
3. Dígale QUE PRONUNCIE UNA SIMPLE FRASE, coherente, como por ejemplo “Hoy hace un día estupendo”.

Si ve a alguien que presenta dificultad con cualquiera de estas tres pruebas, no lo piense un segundo y llame inmediatamente a urgencias; quizá esté a tiempo de salvar una vida.

miércoles, 28 de octubre de 2009

Y ya las hojas


Desde enero sin verte y ya las hojas
cubriendo bancos, calles
y el sueño donde habitas.
No imaginé que este otro tiempo
también te alejaría,
que te ibas a vestir
con los galones del recuerdo,
tú que ya estabas en la altura
de una mirada.
Y ahora ni en esta luz donde buscarte,
ni en estas ruinas de las horas,
que te visten de olvido.

viernes, 23 de octubre de 2009

Las leyes no escritas


Hablaba Francisco Rodríguez Adrados, en un extraordinario artículo el pasado domingo en “La Razón”, sobre las leyes no escritas de los dioses, que serían “aquellas que proclamaba Antígona frente a Creonte en la Antígona de Sófocles. Aquellas previas a cualquier legislación positiva en cualquier nación o sociedad. Las que obligan a todos porque son, simplemente, hombres. Son universales, previas a opiniones y partidos, a las religiones. Hay lo que se puede votar y lo que es implacablemente verdadero, como que ahora es de día o de noche”.

En efecto. Hay cosas que no se pueden someter al consenso de todos, como se ha hablado estos días, hay leyes que son anteriores a cualquier normativa humana, que sólo debería limitarse a velar por su cumplimiento. Entre las violaciones de estas leyes se encontrarían aquellas que atentan contra la vida, como el aborto libre, que es “una de las primeras violaciones de las leyes no escritas, las de Sófocles, las leyes de la vida. La vida está por encima de las constricciones e igual el amor, del que procede. Entonces, ¿por qué tronchar vidas humanas que quieren nacer? Es, simplemente, un homicidio”.

El día o la noche, la vida o la no vida –y más ahora, con los últimos descubrimientos científicos- son cosas que no se deberían someter a votación alguna. O se es o no se es. No existe nada llamado “preembrión”, que es un término acuñado por los grupos abortistas; la vida tiene un momento de inicio, y éste no es otro que el momento de la concepción. Cualquier persona, sea cual sea su ideología, su creencia o no creencia, debería apostar siempre por un valor universal como es la vida.

A lo largo de la Historia –continuaba diciendo Rodríguez Adrados-, han existido siempre homicidios admitidos por las distintas sociedades, ya sea en el ámbito militar, judicial o religioso; sin embargo, hoy cualquier hombre con un mínimo de sensibilidad se horroriza ante todo esto. Entonces, se pregunta Adrados, “¿por qué tantos y tantas promocionan el aborto, que es homicidio de un hombre indefenso y sin culpa? ¿Qué pretenden? ¿Que nuestra sociedad se agoste? ¿Dejarle paso al emigrante?”. Un tiempo, este nuestro, en el que la conciencia parece anestesiada, seguramente por cobardía, por no atreverse a mirar a la realidad, por el “puro egoísmo de los que, con ayuda de una ley, rehuyen de algún modo, quizás sin convicción, aceptar la culpa. Porque hay una culpa, nadie lo dude. Contra las leyes no escritas de la Humanidad”.

miércoles, 21 de octubre de 2009

¿Quién rompe ese silencio?


¿Quién rompe ese silencio,
el sagrado momento de la creación,
pequeños universos que cada día crecen
en sagrarios maternos?
Dijo Dios: “Hagamos al hombre”,
y desde entonces comenzó a soplar
cada día pequeños trozos de barro,
con su aliento divino,
con su aliento de vida,
con sus leyes divinas
que la razón conocería.
Quiso dejar al hombre al cuidado de aquel proceso,
para que velara su obra
y participara de ella,
que tuviera en sus manos
aquella diminuta eternidad
que lloraba y reía,
aquel pequeño ser
destinado al tiempo y la gloria.

viernes, 16 de octubre de 2009

Tarde de domingo

También entonces descendía la tarde. También los cielos se vestían de morado y las horas se marchaban por el horizonte con paso sigiloso. Mas nada de eso importaba. Con las veinticinco o treinta pesetas que lograbas reunir de la colecta familiar del domingo, te creías con el poder suficiente para satisfacer cualquier capricho. No era demasiada la cantidad, pero bastaba para conseguir esa sonrisa que un mínimo poder económico, vedado el resto de la semana, es capaz de hacer aflorar en el rostro de un niño.

También entonces los árboles comenzaban a desnudarse y las hojas volaban sobre tu cabeza. También la nostalgia barría las calles y la luz mordía el alma. Mas tampoco importaba. La tarde era un pájaro libre para el juego y el capricho de unas golosinas. Allí estaba la tía Bolera y su eterno negro en un rincón de la plaza, con su puesto de pipas y chucherías, con su mirada detenida en quién sabe qué dolor o primavera. Era el día de asomarse al kiosco del Ángel para ver si había conseguido nuevos números del Capitán Trueno, o, tiempo después, al puesto del tío Cándido, mucho más surtido que el de la tía Bolera a la que acabaría por desplazar para siempre, que cada domingo venía, acompañado por su mujer, en su motocarro desde un pueblo cercano. El balón, los saltos o la bici quedaban para el resto de la semana. El domingo, no. El domingo había que vestirse de domingo y llegar lo más limpio posible a casa. El domingo era el día de hacer una visita a la confitería del tío Felipe y acceder a esos enormes tarros de cristal repletos de caramelos, o a la tienda de ultramarinos “La Argentina” del tío Guillermo, que se turnaba detrás del mostrador con su mujer y sus tres hijas, para probar uno de esos tronkitos que acababan de llegar, o el tigretón o la pantera rosa que vendrían después, y, de paso, a comprar los sobres de esas colecciones de cromos que nunca terminabas de completar.

También entonces las sombras te sorprendían a cada esquina, mientras un olor a churros llenaba la plaza y un hombre caminaba de vuelta a su casa con la radio pegada al oído, escuchando “Carrusel deportivo”. Pero tampoco importaba. Era la hora del cine, y las luces de colores que ribeteaban la pantalla, antes de la proyección, te anunciaban la llegada de un nuevo universo en el que pronto te sumergirías. En ese río de luz que venía de lo alto, parecía encontrarse la clave del misterio, de la vida que comenzaba a latir en la pantalla y a la que sólo podías tener acceso si mantenías los ojos fijos en ella. A la salida, aún con el pensamiento anclado a la película, ya la luna reinaba en todo lo alto y sellaba como definitivas las horas pasadas. Pero no importaba. Todavía las pinceladas del tiempo no habían comenzado a pintar el alma, el alma niña.

sábado, 10 de octubre de 2009

Imágenes que gritan

Impresionantes las imágenes que nos ofrecía el jueves “La Razón” de unas ecografías en 4D en las que se aprecia con toda claridad que el feto es un ser humano que gesticula y se mueve; todavía se pueden ver en la videoteca de su página digital, en los “+vistos”. Es tanta la diferencia de las imágenes tradicionales de una ecografía con estas realizadas en 4D, que muchas mujeres que pensaban abortar han cambiado de opinión, según afirma el doctor Luis Alcázar, jefe de Ginecología de la Clínica Universitaria de Navarra, autor de las ecografías.

En uno de estos vídeos podemos ver un feto de 14 semanas (13 semanas y 4 días de gestación, para ser exactos), un tiempo insuficiente, según la nueva Ley del Aborto, para garantizarle el derecho a vivir. Aquí no se habla para nada de creencias religiosas o de ideologías; sólo de vida, de una vida humana -¿se entera por fin, ministra?- en sus primeras fases, una etapa más de un proceso –el ser humano- que comienza en el momento de la fecundación y termina en el momento de la muerte. ¿Qué más se necesita para que algunos se quiten la venda de los ojos? ¿Es tan oscuro el horizonte de algunas ideas que impide ver lo que cualquier persona normal vería?

En este vídeo de National Geographic, también podemos ver algunas imágenes en 4D:




martes, 6 de octubre de 2009

El holocausto que no cesa

“Tomemos, por ejemplo, la actitud de los soldados japoneses hacia las mujeres chinas. Se cuentan historias terribles que hablan de la violación de jóvenes y de ancianas en Nankín. Las violaciones en grupo seguidas del asesinato de la víctima eran moneda corriente. Disponemos incluso de alguna que otra prueba de soldados que abrieron el estómago de mujeres embarazadas para clavarles la bayoneta a los fetos.”

El holocausto asiático
Laurence Rees


“En este método se utiliza una cureta o cuchillo provisto de una cucharilla filosa en la punta, con la cual se va cortando al bebé en pedazos con el fin de facilitar su extracción por el cuello de la matriz. Durante el segundo y el tercer trimestre del embarazo, el bebé es ya demasiado grande para extraerlo por succión; entonces se utiliza el método llamado por dilatación y curetaje. La cureta se emplea para desmembrar al bebé, sacándose luego en pedazos con ayuda de los fórceps. Este método está convirtiéndose en el más usual.”

Aborto por dilatación y curetaje


Ambas acciones parecen contemporáneas, sin embargo, entre las dos han transcurrido más de sesenta años. No hemos avanzado nada. Los mismos crímenes de entonces se siguen cometiendo en la época actual. Cambian los protagonistas y, lo que es más terrible, que ahora se haga en la mayoría de ocasiones con el consentimiento de la mujer embarazada, pero el resultado es el mismo, la muerte del inocente, del más débil; estremece pensar que en los dos casos se sigue utilizando un cuchillo para acabar con la víctima.

Bien sabían los soldados japoneses lo que hacían. No estaban acabando con la vida de ningún animal, ni de ninguna especie vegetal en sus primeras fases. De sobra sabían -¿verdad, ministra?- que lo que habitaba en el interior del seno materno era un ser humano en sus primeras fases de desarrollo; no hacía falta que después vinieran los científicos a demostrarlo con toda exactitud, bastaba un poco de sentido común para saber que aquello era una vida, y una vida humana.

Estos japoneses –soldados al fin y al cabo, embrutecidos por una terrible guerra- al menos luchaban, cegados por el odio, contra el enemigo, contra las mujeres y los hijos de sus enemigos, aunque su acción no admita disculpa alguna. Pero ¿y hoy?, ¿contra qué enemigos se lucha hoy? ¿Contra qué enemigo puede luchar una muchacha de dieciséis años? Pero, en un futuro que esperemos no quede muy lejano, si es que para entonces hemos conseguido poner fin a este holocausto que no cesa, ¿qué nombres recibirán los dos bandos?, ¿cómo se llamará esta guerra?



domingo, 4 de octubre de 2009

Sueño de plata

Quiso esta vez el cielo apiadarse del caballero y comenzó a enviar una lluvia mansa y discreta. No se lo pensó dos veces y abrió rápidamente su paraguas para resguardar a la dama con la que acababa de intercambiar unas palabras y que aún permanecía sentada a escasos metros de él. Era también lo que esperaba la dama, que no dudó un instante en refugiarse bajo aquel techo que tan generosamente se le ofrecía. Los dos esperaban que abriesen la puerta y permanecieron de pie y en silencio, aguardando a la persona que no tardaría en presentarse con las llaves, en compañía del único sonido, sosegado y monótono, de la lluvia.

Siempre había soñado algo así, encontrarse con su amada en el íntimo cielo de un paraguas, bajo el sueño de plata de la lluvia. Le parecía que no eran necesarias las palabras, que en ese aire detenido entre los dos se encontraban todas las conversaciones posibles. Creyó morir cuando sintió su mano sobre su brazo, ese ángel con el que se sentiría capaz de las más arduas empresas. Sólo faltaba un paso a lo sagrado, hacia el altar donde sublimar aquel sentimiento que acababa de nacer; un territorio que, sin embargo, jamás osaría traspasar porque la mano que ahora mismo le elevaba del suelo pertenecía a otro sueño, a un camino que había sido ya consagrado. No tuvo que resistir mucho más tiempo la tentación. No tardaron en abrir las puertas del templo y cada uno fue a presentar su ofrenda por separado.

miércoles, 30 de septiembre de 2009

Las cosas de un poeta


“¿Quién sabe las razones de un amor? Son secretas como las aguas bajo la tierra, que luego salen en manantial donde menos se espera. Nada se guarda y el amor menos que nada. A fuerza de pasar los ojos sobre este campo, lo vamos conociendo como el cuerpo de una enamorada, distinguimos todas sus señales, sabemos la ocasión del gozo, la de la esquivez. ¡Oh enorme cuerpo del amante! Por tus barrancos y por tus veras, por tus graciosos cielos, por tus caminos, ya polvorientos, ya encharcados, por tus rincones ocultos y tus abiertas extensiones, por agostos y por eneros, te he cabalgado. Tú también conoces los cascos de mi caballo. En la más dura coscoja, en la matilla más oculta, en vuelo y en terrón, en todo te he buscado.”

Así comienza “Las cosas del campo”, un libro que Dámaso Alonso definió como “el libro de prosa más bello y más emocionado que yo he leído desde que soy hombre”. Si hace una semana hablaba de la muerte de un poeta enorme, Diego Jesús Jiménez, hoy me toca hacerlo de la de otro grandísimo poeta, José Antonio Muñoz Rojas. A punto de cumplir cien años el próximo 9 de octubre, iba a escribir de él que se trataba de un viejísimo poeta –sobre todo si lo comparamos con la prematura muerte de Diego Jesús Jiménez-; pero me he dado cuenta, tras releer algunas de sus líneas, de que ese viento y esos surcos, ese campo que se renueva, permanecen eternamente jóvenes; me he dado cuenta de que un poeta como él permanece siempre joven.

Nacido en Antequera (Málaga) en 1909 –“Antequera, norte de mi pluma”, se titula un libro suyo-, José Antonio Muñoz Rojas se encuentra a caballo entre la generación del 27 (por su amistad con los poetas pertenecientes a ella y con los cuales se inició publicando en 1929 “Versos del retorno”) y la del 36 (por su regreso al mundo de los clásicos del Siglo de Oro), y se consideraba a sí mismo como un poeta de la quietud, de la serenidad y del cambio. “El silencio es fundamental para un poeta –decía-; de ahí sale todo”. Quizá por eso se mantuvo al margen de los conciliábulos del mundillo literario, lo que explica su tardío reconocimiento; premios como el Nacional y el Reina Sofía le llegaron casi a última hora, en 1998 y 2002.

Su poesía, en verso o en prosa, es un canto a lo sencillo, a lo elemental, a lo inmediato, y, por lo tanto, una celebración del mundo y de la existencia, la humilde constatación de la alegría de estar vivos. Leyendo sus versos, muchas veces me ha dado la impresión de que lo que escribe, más que un poema, son notas para un poema, apuntes del natural con los que construir luego un edificio poético. Termino con una poesía suya, de su libro “Entre otros olvidos”, que precisamente me sirvió hace años para comenzar uno de mis poemas.



Ven como sea, en la luz
de la mañana, en el primer vuelo
de cualquier pájaro de los que ahora
mismo cruzan el cielo, o se levantan
de la tierra. Ven como sea,
que esta hermosura de tarde
te necesita para su eternidad.

JOSÉ ANTONIO MUÑOZ ROJAS

miércoles, 23 de septiembre de 2009

Espacio para un sueño

Hojeando los periódicos atrasados por las fiestas, me entero del fallecimiento, a los 67 años, del poeta Diego Jesús Jiménez. Sólo conozco un libro suyo, Itinerario para náufragos (1996), pero me ha bastado para tenerle como uno de mis poetas favoritos de los últimos años. Su obra poética, inclasificable, se encuentra al margen de las corrientes estéticas de los últimos tiempos, sin que por ello deje de estar considerado como uno de los pocos autores fundamentales de su generación y, por lo tanto, del último medio siglo.

En su obra, podemos distinguir tres momentos bien diferenciados: una primera etapa juvenil, de formación y búsqueda, en la que se encuentran sus tres primeros libros: Grito con carne y lluvia (1961), La valija (1962) y Ámbitos de entonces (1963); una segunda etapa, de madurez expresiva, con La ciudad (1965, Premio Adonais 1964) y Coro de ánimas (1967, Premio Nacional de Poesía 1968); y una etapa de plenitud, con Fiesta en la oscuridad (1976), Bajorrelieve (1990, Premio Hispanoamericano de Poesía Premio Juan Ramón Jiménez) e Itinerario para náufragos (1996), con el que obtuvo el Premio Gil de Biedma, el Premio de la Crítica y, de nuevo, el Premio Nacional de Poesía.

Diego Jesús Jiménez nos ofrece en su poesía una visión del mundo centrada en el perpetuo misterio de la vida. Sin embargo, a él no le interesaba descifrar este misterio, sino “plantearlo, mostrarlo, nadar en él, vivir en él sabiendo la imposibilidad de desvelarlo a través del arte”. De ahí su escepticismo con respecto a las posibilidades de la palabra para conocer la realidad. Y es que, según decía, la labor del poeta no es conocer la verdad, sino soñarla. El resultado es una poesía hondamente reflexiva, crítica y desmitificadora, pero que, al mismo tiempo, es un canto a los “desheredados, los fracasados, las víctimas de la Historia o de cualquier historia”. Ofrezco, como homenaje, su poema “Espacio para un sueño”, con el que abre el Itinerario para náufragos antes mencionado.



ESPACIO PARA UN SUEÑO

Escondido repite,
por cipreses y yedras, un pájaro su canto.
Celebra la mirada
una batalla con el tiempo esta tarde de otoño
incendiada de nieblas. Y pensando en la Historia
-una nube de polvo en el paisaje,
las piedras estañadas por los tonos azules
que ha dejado la lluvia en las almenas- ves derramarse el tiempo.

En la antigua arquería, los fragmentos
de una inscripción indescifrable, poco a poco, se han ido convirtiendo
en pequeños reptiles disecados: belleza aniquilada
que aún deslumbra a tus ojos. Es el tiempo
que, como los ríos, huye
-rehén de sus espejos-, al obsesivo espacio de cuanto no ha vivido.

Si debemos morir, ¿por qué la vida,
sobre cualquier lugar de la memoria, continúa esperándonos?

Aletargados por el sol, decoran el silencio
cuantos signos contemplas.
Tan sólo purifica
la calma vegetal que respiras, el canto del jilguero
que la enramada oculta. Así habitas su edad
llena de sufrimiento; la geometría invisible de su música eterna.

Los malvarreales, centinelas de acequias
y de ruinas, la claridad de humo
de esta tarde de octubre, edifican el reino que contemplas.
No sabes ya si vives,
o si sueñas o has muerto y no te has dado cuenta. En sus altares
lo irremediable de la Historia es venerado. Nace de las orillas de un infinito [océano
la luz cansada de cuanto te deslumbra. No otra cosa difunde
su corazón ahora, que no sea la muerte
que continúa latiendo.

DIEGO JESÚS JIMÉNEZ


viernes, 18 de septiembre de 2009

Fin de fiesta

Descubrió su sonrisa y la siguió durante todas las fiestas, en los bailes, los desfiles, las procesiones y demás actos que marcaban las horas de esos días alegres. No era fácil dar con ella, separados por la riada de personas que acudían puntuales a cada festejo, ojos y rostros extraños en su mayoría que le hacían sentirse aún más solo y perdido en su desesperación por encontrarla.

No sabía su nombre, tan sólo que era luz. Una luz que parecía brillar de forma especial entre guirnaldas, farolillos y bombillas de colores de la feria. Cada vez que descubría su presencia, se sentía paralizado y pensaba que sería incapaz de dar un solo paso, de pronunciar la palabra que venciese ese abismo insalvable que parecía abrirse entre los dos; las estrellas quedaban para el cielo, y sus torpes manos jamás osarían adentrarse en los misterios de la noche.

No supo cómo lo hizo –sin duda el alcohol tuvo que ver bastante-, pero de pronto se vio abrazado a aquel cuerpo en uno de los bailes que poblaban la noche. El vuelo de su falda era un ave nocturna, y su cintura, la certeza del paraíso que no se creía estar rozando. La chica no parecía en absoluto disgustada, e incluso en algún momento le pareció hallar cobijo en aquellos ojos como nacidos de la noche.

Tampoco supo cuándo terminó el baile, ni cómo se habían marchado aquellos ojos que ahora mismo imaginaba tristes. Ahora las calles aparecían frías y solitarias, y la fiesta le parecería un sueño de no ser por las banderitas y guirnaldas que temblaban con el viento gris. Todo había concluido, y el otoño llamaba a las puertas con su equipaje de nostalgia. Había visto el paraíso, incluso lo había tocado con sus propias manos, pero sus labios jamás se abrieron para reclamar un sitio en él. Y ahora el viento gris regresaba. Y se reprochaba su miedo invencible. Y nadie le respondía.

jueves, 10 de septiembre de 2009

En algún coro celestial


Pensaba escribir hoy sobre los diez años que lleva ya Alfredo Kraus de ausencia entre nosotros, pero me he dado cuenta de que es casi imposible. Pocas veces ha cobrado tanta vida esa frase de “ha muerto el artista, pero su obra permanece”. No me parece que Alfredo Kraus nos haya dejado, es verdad, y menos que se cumplan diez años de su fallecimiento. Alfredo Kraus está ahí, en los discos, en “Rigoletto”, en “La traviata”, en “Werther” o en “Manon”; y también en “La tabernera del puerto”, “Black, el payaso” o “Doña Francisquita”. Uno de los dos tenores con los que me he criado –el otro es Carlos Munguía, que creo que aún vive-, es Alfredo Kraus; desde pequeño, su voz siempre ha amenazado la cristalera del patio de la casa donde vivía o me ha transportado a un cielo en el que le imagino cantando en un puesto de privilegio en alguno de los coros celestiales.

Su voz comenzó a alumbrarnos en el Teatro Real de El Cairo en 1956, en el papel del Duque de Mantua del “Rigoletto” de Verdi. Ese mismo año prestó su voz a Alfredo, de “La traviata”, en La Fenice de Venecia, teniendo como pareja a una joven Renata Scotto en el papel de Violeta. También con “La traviata” debutó en Londres en 1957, en el Stoll Theatre, y en 1958, con esta misma obra, obtuvo su gran espaldarazo al cantarla en el teatro Sao Carlo de Lisboa junto a la gran María Callas. A partir de aquí, comenzó una carrera que le llevaría a brillar con luz propia en los más importantes teatros de ópera de todo el mundo.

Poseedor de una técnica depurada, además de una gran claridad en la dicción y su dominio del agudo, alcanzando el mi bemol, Alfredo Kraus está considerado por muchos como el mejor tenor lírico de la segunda mitad del siglo XX y uno de los grandes tenores de todos los tiempos. Casi se puede decir que murió cantando, pues su último concierto se produjo once meses justos antes de su muerte, el 10 de octubre de 1998, en el homenaje a Miguel Fleta, tenor al que consideraba Kraus como el mejor de todos los tiempos. Esta longevidad en su carrera los críticos la atribuyen a su cuidado repertorio, que se limitó a la música que mejor se adaptaba a su voz.

El timbre exquisito de su voz, su elegancia y su maestría nos acompañaran siempre. Su hueco aún no ha sido cubierto ni creo que se cubra nunca al cien por cien. Dicen que el que ha emprendido su senda es el peruano Juan Diego Flórez; pero se trata sólo de eso, de su senda, porque ninguna persona puede sustituir a otra, y menos si hablamos de una de las grandes figuras de la lírica. No le gustaban demasiado los espectáculos de masas, tipo “Los Tres Tenores”, porque pensaba que la ópera debía representarse en su marco natural, que era el teatro, un lugar en el que la voz alcanza los cielos más puros. Quizá otros tuviesen un mayor chorro de voz, pero para él el arte del canto no tenía secretos. Como dijo el barítono italiano Leo Nucci el pasado 22 de junio, Alfredo Kraus “era el arte, luego están los divos, pero él era el arte”.




lunes, 7 de septiembre de 2009

Motivos para el pesimismo


Poco más se puede añadir a un chiste tan bueno, publicado por Ramón en “La Gaceta” y considerado el jueves pasado por “Alfa y Omega” como el mejor chiste de la semana. Tan sólo que dan ganas de coger la maleta y largarse (el que pueda, claro).

domingo, 6 de septiembre de 2009

Ven, sé mi luz


“Tengo sed”. Estas dos palabras pronunciadas por Jesús en la cruz son las que se escriben en cada capilla de las Misioneras de la Caridad en todo el mundo, como recuerdo del fin de espiritualidad y misión de esta congregación. Durante toda su vida, Madre Teresa siempre insistió en que la única y más importante razón de la congregación que había fundado era saciar la sed de Jesús. Una sed que va mucho más allá de la necesidad física para convertirse en una sed de amor y de almas. Una sed infinita dirigida a cada persona, a cada uno de nosotros, hacia aquellos que hemos escuchado hasta la saciedad estas palabras –quizá sea hora de que abramos el oído- y hacia aquellas personas que nunca han escuchado el mensaje del que murió en una cruz por todos, o que, si lo escucharon, tal vez lo olvidaron en los afanes de la vida. Este mensaje es la luz. Se trata de llevar la luz de Cristo a aquellos que viven en las tinieblas de la falta de fe o en esa otra oscuridad del que se cree abandonado por Dios a causa de su dolor o su miseria.

“Ven, sé mi luz”, fueron las palabras que pudo escuchar por primera vez la Madre Teresa de Calcuta durante aquel viaje en tren hacia un retiro en Darjeeling, a los pies del Himalaya. Una luz que el Señor le encargó llevar a los barrios más miserables, a los moribundos, los mendigos y los niños pequeños de la calle, a los más pobres de los pobres. Hoy se cumplen doce años de su paso al Padre, de su encuentro con esa Luz que tanto anheló, en su noche oscura, durante buena parte de su vida. Sin embargo, cuánta luz no derramaría a pesar de no verla ella, en esos “agujeros negros” de Calcuta, en tantos moribundos cuyo último recuerdo de esta vida fue el cariño de Madre Teresa y de sus Misioneras de la Caridad. “He vivido como un perro, pero voy a morir como un ángel”, fueron las palabras de un moribundo a quien recogió cubierto de gusanos. “Cuanto hicisteis a uno de estos hermanos míos más pequeños, a mí me lo hicisteis”, nos dice Jesús en el evangelio. Madre Teresa entendió perfectamente esta identificación de Cristo con los pobres y con todos los que sufren y supo encontrarle en cada persona doliente, en cada llaga que lavó con sus manos colmadas de amor. Madre Teresa es una santa de nuestro tiempo, una luz en este mundo de egoísmo y de oscuridad. Atrevámonos a seguir, aunque sea de forma mínima, su ejemplo que aún perdura.

martes, 1 de septiembre de 2009

La píldora del día después es abortiva

A partir de este mes de septiembre que hoy comienza, la píldora poscoital, la famosa píldora del día después, comenzará a venderse en las farmacias sin receta médica, a cualquier mujer que la solicite, sin límite de edad. En el folleto informativo que se entregará con la píldora, Sanidad intenta reducir sus efectos secundarios al mínimo, presentándolo como un medicamento carente de riesgos. Sin embargo, no es esto de lo quiero hablar hoy, sino de otro punto del folleto en el que se afirma que la píldora “es un medicamento hormonal que impide o retrasa la ovulación y en la mayoría de los casos evita el embarazo, pero nunca lo interrumpe. Esta píldora no es abortiva”.

Nada tendría que objetar a esta última afirmación –creencias personales al margen- si no fuera porque es completamente falsa. La píldora del día después es abortiva, interrumpe el proceso de gestación de un nuevo ser humano, que tiene su comienzo en el momento de la fecundación. Este medicamento presenta tres acciones. La primera impide que el óvulo fecundado se implante en el útero, la segunda reduce la velocidad de los espermatozoides y la tercera adelanta o retrasa la menstruación. Es esta primera acción la que impide que una nueva vida, el óvulo fecundado, continúe con su proceso normal de desarrollo y consigue que se produzca un aborto.

Que la píldora del día después presenta también un efecto abortivo no es algo nuevo para mí ni para mucha gente que conoce el tema. Sin embargo, hace ya cerca de un año, cuando me dio por participar en un foro sobre el aborto, me tomé la molestia de investigar este tema en Internet y publiqué el siguiente trabajo que ahora comparto con todos vosotros. Es un poco largo, pero espero que sea de vuestro interés.



Cuando mantengo que la píldora del día después es abortiva no me estoy inventando nada, tengo los datos suficientes para afirmar algo así. No empezaría un debate de este estilo si no contara con la suficiente documentación para avalar mi postura. En ningún momento pretendo alarmar a nadie, y menos engañar; solamente concienciar a las mujeres que toman estas pastillas y no son conscientes de lo que de verdad ocurre en su interior, en el útero materno. A las partidarias del aborto, a las que abortan y toman pastillas abortivas sabiendo lo que hacen, imagino que todo este asunto en el fondo les dará igual.

El Instituto de Bioética de la Facultad de Posgrado en Ciencias de la Salud, de la U.C.A., ha emitido el siguiente dictamen:

“Desde el punto de vista técnico, este fármaco provoca una alteración en el transporte tubárico y también una des-sincronización en la maduración del endometrio según lo informa el mismo laboratorio que elabora y comercializa estas píldoras. Esto significa que el efecto buscado es inhibir la habilidad del endometrio para la anidación del embrión humano. Si la píldora es tomada en el período periovulatorio, impide el normal desarrollo y progreso del embrión humano, lo que elimina las posibilidades de supervivencia de dicho embrión, que ya está presente.

Durante todo el ciclo menstrual, dos eventos importantes se producen en el sistema genital de la mujer: la maduración y salida de un óvulo del ovario, con el objeto de que sea fecundado, y la preparación del endometrio uterino para la anidación del bebé. El endometrio está en su mayor nivel de receptividad en el período posovulatorio, de tal manera que, si existe la fecundación, esta receptividad será máxima, facilitando naturalmente el proceso de desarrollo del embrión. La implantación (sin duda una etapa importante en este proceso, pero una etapa más) se produce entre el quinto y el noveno día después de la fertilización. A este evento del desarrollo embrionario y de la maduración del endometrio, se lo llama sincronización y es un proceso natural in vivo, porque ambos factores se dan bajo los efectos de las mismas hormonas.

El levonorgestrel (droga especialmente usada para la píldora de la que hablamos) altera la receptividad del endometrio impidiendo que el embrión siga su desarrollo y pueda implantarse, ya que a la mucosa uterina se la altera de forma tal que le faltan vasos sanguíneos, consistencia (esponjosa) y espesor. Así, el “terreno” no es apto y la implantación no es exitosa, lo que provoca la muerte del embrión. Ésta es entonces la acción abortiva del levonorgestrel, que, por lo precoz de la misma, seguramente pasará inadvertida a la madre.

Finalmente, en otras palabras:

1) Si todavía la mujer no ha ovulado en el momento de ingerir la droga, ésta podría detener el proceso de maduración del óvulo y no habrá fecundación.

2) Si la mujer está en la ovulación o muy próxima a la misma, y efectivamente se produce la fecundación, la droga actúa sobre el endometrio no permitiendo que se desarrolle, que se ponga en condiciones para que se implante el embrión, produciéndose un aborto precoz, como queda dicho.”

Aparece aquí, una palabra, levonorgestrel, que, como veremos más adelante, presenta un significado clave en toda esta historia.

¿Por qué entonces se afirma en algunos sitios que este tipo de pastilla no es abortiva? Porque se basan en la declaración de la OMS sobre en qué momento se produce un aborto:

“Los folletos de ‘Sexo con seso’, la Federación de Planificación Familiar, Cruz Roja, el equipo Daphne, la SEC, y, por supuesto, Schering niegan que la píldora del día después sea abortiva. Se basan en la declaración de la OMS de que no es aborto hasta que se produce la implantación. Sin embargo, conviene recordar que la OMS es un organismo político, no científico, y que el 100% de los libros de embriología señalan el comienzo de la vida humana en la concepción, no en la implantación. Y en los prospectos de la PDD se reconoce su carácter ‘antiimplantatorio’. Es decir, que en los casos en que se haya producido la fecundación, hay aborto. Y esto puede ocurrir en el 75% de las ocasiones, según señala el Dr. Justo Aznar”.
(lanacion.es/2008/03/01)

Seguramente os preguntaréis en qué se basa la OMS para semejante afirmación. La explicación, o manipulación, podemos encontrarla aquí:

“En concreto, se proclama que la píldora no es abortiva. Todavía lo leíamos ayer en Diario de Navarra: ‘La Organización Mundial de la Salud asegura que no tiene efectos abortivos’. Es correcto, pero, para poder decirlo, la OMS ha tenido antes que torturar las palabras y hacerles confesar lo que no querían decir. Hace casi 30 años, encargó la OMS a un grupo de expertos que cambiara la definición de concepción. La cosa era necesaria para poder dejar el campo libre a la anticoncepción. Se sabía, y sobre todo se veía venir, que muchos anticonceptivos impiden la anidación de los embriones y, con ello, acaban con la vida de seres humanos ya concebidos. Los expertos hicieron un cambio muy sutil: dijeron que, en el futuro, concepción no sería ya lo mismo que fecundación, sino que el día primero de la existencia se retrasaba al momento de la implantación del blastocito en el endometrio. Con el arreglillo, la vida y, con ella, el comienzo del embarazo se retrasaban del día 1 al 14. Y, como el aborto es la interrupción del embarazo, ya no podía haber abortos antes del día 14. Sería incorrecto, a partir de entonces, llamar aborto a la destrucción de embriones de menos de 14 días de edad. Unos hicieron caso, otros nos negamos a dejarnos engañar.”
(Gonzalo Herranz. Profesor de Ética Médica. Universidad de Navarra)

Para mayor seguridad sobre el carácter abortivo de estas píldoras, vayamos a un prospecto de la píldora April, fabricada por los laboratorios que elaboran y comercializan estas píldoras:

COMPOSICIÓN
Cada comprimido recubierto contiene:
Levonorgestrel...................................................................................................0, 100 mg
Etinilestradiol.....................................................................................................0, 020 mg
Excipientes: betaciclodextrina, celactosa, almidón de maíz, croscaramelosa sódica,
dióxido de silicio coloidal, laurisulfato de sodio, lactosa monohidrato, estearato de magnesio, amarillo ocaso laca alumínica y Opadry YS-1 blanco.................................c.s.
ACCION TERAPEUTICA
Anticonceptivo estro-progestacional monofásico.
INDICACIONES
Anticoncepción hormonal.
ACCION FARMACOLÓGICA
El efecto sinérgico de uso combinado de estrógenos y progestágenos desde el comienzo del ciclo ovárico, inhibe la secreción hipotalámica de la hormona liberadora de gonadotrofinas (GnRH). Este mecanismo interfiere con el eje hipotalámico-hipofisario-gonadal y con la secreción de gonadotrofinas. Específicamente, los progestágenos inhiben la liberación luteinizante (LH), necesaria para la ovulación, y los estrógenos inhiben la liberación de hormona folículoestimulante (FSH). Como resultado de estos cambios, generalmente se inhibe la ovulación. Otros efectos incluyen el retraso madurativo del endometrio y la inhibición de la licuefacción del moco cervical que se produce durante el período ovulatorio. APRIL genera efectos que se asemejan al ciclo hormonal fisiológico, permitiendo un mejor control del ciclo.
Los anticonceptivos orales combinados constituyen el método anticonceptivo reversible más efectivo que se conoce.
(gador.com)

Comprobamos que aquí aparece la palabra mencionada anteriormente, levonorgestrel, que, como leíamos, “altera la receptividad de endometrio impidiendo que el embrión siga su desarrollo y pueda implantarse, ya que a la mucosa uterina se la altera de forma tal que le faltan vasos sanguíneos, consistencia (esponjosa) y espesor. Así, el ‘terreno’ no es apto y la implantación no es exitosa, lo que provoca la muerte del embrión. Ésta es entonces la acción abortiva del levonorgestrel, que, por lo precoz de la misma, seguramente pasará inadvertida a la madre”. Aunque el prospecto del medicamento no lo reconozca de forma explícita y hable sobre todo del efecto anticonceptivo de estas píldoras, podemos leer al final que “Otros efectos incluyen el retraso madurativo del endometrio y la inhibición de la licuefacción del moco cervical que se produce durante el período ovulatorio”.

Vemos, pues, que el endometrio, es decir, la mucosa que cubre el interior del útero para alojar al cigoto permitiendo su implantación, resulta alterado e imposibilita que el embrión pueda seguir su curso normal y muera. Comprobamos que lo afirmado en el artículo inicial se corresponde con el prospecto de los laboratorios que fabrican esta píldora. Estamos en condiciones de afirmar, por tanto, que la llamada ‘píldora del día después’, además de un efecto anticonceptivo, posee también un efecto abortivo.

viernes, 28 de agosto de 2009

Esa luz que nunca tuvo


No, no había pasado por ella el tiempo. Sus facciones se dibujaban ante él tal como las recordaba, con los pómulos marcados y ese pelo corto y negro que enmarcaba una perenne sonrisa, con esos ojos que parecían abrir de par en par las ventanas del alma. Sin embargo, lo más sorprendente de todo era el hecho del volver a verla, de tener de nuevo ante sus ojos esos rasgos que creía definitivos en las habitaciones del recuerdo, esos aposentos cerrados para siempre por las llaves del tiempo.

Casi se le escapaban las lágrimas al contemplar con vida aquellos años, aquella luz que, aunque volvía a nombrar de nuevo las cosas, sabía completamente vedada. Imaginaba cómo habría podido ser su vida junto a ella, el roce de esas manos capaces de aliviar la tristeza de las horas; y se preguntaba qué destino o mala estrella era el suyo, que le había privado de tantos sueños trazados.

Tan absorto estaba en sus pensamientos que a punto estuvo de olvidar que lo que estaba viendo era una película y que la chica no era ella sino una actriz que asombrosamente siempre se le había parecido como una gota de agua a otra, que ese tiempo que ahora cobraba vida no era sino un intento amargo del alma de penetrar en esa luz que nunca tuvo.

lunes, 24 de agosto de 2009

Coser y... curar


Seguramente no sea tan fácil como la frase a la que alude el título de este escrito, pero al menos así lo parece tras enterarse uno de las hazañas del doctor Pedro Cavadas, el cirujano que, con un trasplante de cara, mandíbula y lengua en el hospital La Fe de Valencia, el primero del mundo de estas características, nos ha colocado en primera línea de este tipo de intervenciones. No sé si finalmente la operación será un éxito –las previsiones son optimistas, los médicos esperan poder dar el alta a este paciente en menos de diez días-, pero a mí lo que me parece no ya un éxito, sino un auténtico milagro, es que alguien se atreva a coger la aguja y ponerse a echar un remiendo al rostro de una persona.

Antecedentes no le faltaban a este mago de la cirugía, no en cuanto al rostro humano, pero sí en lo referente a otras partes de nuestra anatomía. Como el caso de un paciente al que hace tres años reimplantó la pierna derecha, amputada en un accidente. Pues ahora cojo la pierna y te la pongo en la ingle. Y ahora en el tobillo derecho, que todavía no está listo el muñón. Parece cosa de película, de algún científico loco, pero esto fue literalmente lo que hizo el doctor Cavadas con esta persona, malabarismos quirúrgicos que al resto de mortales se nos escapan.

En el caso que nos ocupa, la primera parte –y la más difícil- del proceso fue la extracción del rostro del donante. A continuación, tras proceder a la identificación de los nervios, las venas y las arterias del receptor, se pasó a encajar las diferentes piezas, especialmente la lengua, que, con un mayor número de terminaciones nerviosas, era el órgano más delicado; y, con ella, la mandíbula y la parte inferior del rostro hasta el cuello. Por último, se procedió a cerrar la piel.

Al paciente ahora le aguarda un largo y duro proceso de recuperación física. En un año tendrá que recuperar la movilidad en la lengua, el habla, la capacidad de tragar, el gusto y la sensibilidad. En cambio, la parte psicológica ya parece superada. “Se ha mirado al espejo, se ha reído, está encantado”, explicaba el doctor Cavadas. Esta sonrisa recuperada, con independencia del resultado final de la intervención, me parece ya todo un éxito; la esperanza es algo que no tiene precio, y más después de once años de calvario, como era el caso de este paciente.

Felicidades, pues, para el doctor Cavadas y para esta persona que ha logrado ver la luz tras largos años de desesperación. Felicidades también para nuestra medicina que, al menos en este tema de los trasplantes, se coloca en la vanguardia mundial. Por último, uno no puede dejar de formularse cierta pregunta maliciosa cuando comprueba los avances de la medicina actual, y más si piensa en el inquilino de la Moncloa: ¿para cuándo el trasplante de cerebro?

miércoles, 19 de agosto de 2009

Un pedazo de sol


Me ha costado encontrarla, pero la noticia existía, pude verla ayer en Telemadrid. Perdida en el maremágnum de sucesos que nos inunda cada día, he querido rescatarla para mostrar que no es sólo mal lo que nos rodea, que a veces un pedazo de sol visita esta tierra en penumbras en la que vivimos y nos hace reconfortarnos con lo mejor de nosotros mismos.

Ayer, en el último encierro de las fiestas patronales de Leganés, se vivieron momentos dramáticos cuando un joven de 21 años resultó corneado a la entrada de la plaza y perdió temporalmente el conocimiento, segundos antes de que llegara el resto de astados. En esos instantes, David Rodríguez, otro joven que también corría el encierro, no se lo pensó dos veces y arrastró al caído a un lugar seguro, lejos de los pitones que aún faltaban por llegar.

Es difícil mirar el horizonte cuando lo que está en juego es nuestra propia vida. Sin embargo, esta persona tuvo tiempo de mirar al suelo y descubrir que allí yacía un desconocido –ese al que también conocemos como prójimo- cuya vida corría peligro, y no dudó en arriesgar la suya para salvarla. Por fortuna, no todo son crímenes, robos o violencia doméstica. De vez en cuando un claro en el bosque nos permite ver el sol y darnos cuenta de que estamos llamados a misiones más altas, de que hay un camino de la luz que debemos recorrer y que éste pasa indefectiblemente por el prójimo. Qué sueño más limpio el de aquel que ha salvado una vida. Qué noche de estrellas para quien tiene la conciencia tranquila. Gracias, David.



viernes, 7 de agosto de 2009

Esto es un atraco

Nota entregada por un atracador a la cajera de un banco:

“No sé ponga nerviosa ni dé la voz de alarma. Esto es un atraco. Lo que me tiene que entregar no se encuentra en billetes de 10, 20 ó 50 euros. Es algo valioso que sólo usted posee. No, no toque el bolso; no se encuentra ahí. Ya le he dicho que se tranquilice. Lo que busco lo lleva usted puesto en este mismo momento. Tampoco se mire la ropa. Lo que quiero lo tiene debajo de la blusa, debajo de la piel, y es para muchos el verdadero astro que da vida a esta tierra, cuya posesión alivia el paso de las horas. Ya habrá imaginado a qué me refiero, ¿verdad? Quizá llegue tarde, quizá otro ladrón se me haya adelantado y me tenga que marchar con la bolsa vacía; pero es el último intento para remediar la pobreza de mis manos, esta ausencia de caricias. No levante aún los ojos, por favor; no soportaría su mirada sin respuesta. Déjeme antes decirle que es usted un ángel, que todas las mañanas la observo pasar desde la cafetería de la esquina y con eso ya tengo alimento suficiente para todo el día, que nunca otros pasos vistieron de ese modo la mañana y que en mí hallaría el viento más leal y sincero. Ahora tiene dos opciones. Bien devolverme la nota sin levantar los ojos, en cuyo caso yo me iré tal como he venido, con la bolsa y el alma vacías; o bien devolvérmela con la mejor de sus sonrisas, en cuyo caso, y si resisto esa mirada, supondré que de toda esta locura ha nacido una luz con la que emprender al menos el camino. No intente engañarme, se lo ruego; tal vez mientan sus palabras, pero el brillo de sus ojos la delataría. Gracias.”

martes, 4 de agosto de 2009

Un cura de aldea

Se cumple hoy el 150 aniversario del tránsito del Cura de Ars, motivo por el cual Benedicto XVI ha decretado que el año presente sea considerado como Año Sacerdotal. Pero ¿quién fue en realidad este santo para que haya sido propuesto como modelo de sacerdotes? Juan María Vianney, que así se llamaba nuestro cura, nació cerca de Lyon en 1786. Su paso por el seminario no fue excesivamente brillante debido a su más bien baja capacidad intelectual; sus superiores se vieron obligados a levantar la mano en los exámenes para que pudiera concluir su preparación para el sacerdocio. Sin embargo, estas ayudas que recibió no fueron de forma gratuita: Juan María era tan buena persona que a nadie se le pasaba por la imaginación que la Iglesia pudiera dejar escapar a un cura tan extraordinario.

¿Adónde destinarían a este sacerdote de escasas luces intelectuales que tampoco se mostraba especialmente dotado para la predicación? La solución la encontraron en una aldea, Ars, perteneciente a la diócesis de Belley. Pensaron que allí se iba a encontrar en su ambiente, rodeado de gente sencilla que no le plantearía grandes interrogantes y a la que sólo tendría que atender en las cosas cotidianas de la vida y de la muerte.

Mas al poco tiempo, la sorpresa. Ars se estaba convirtiendo en un foco de atracción para toda Francia y desde la corte parisina llegaban hasta la aldea gentes del más alto linaje que buscaban en Juan María un consejo certero, una absolución misericordiosa y una guía que los ayudara a superar sus propios defectos y las más difíciles situaciones. El cura rural era, a los ojos de todos, un santo y a la gente no le importaba guardar cola durante horas para beneficiarse de él, para poder confesarse con un hombre que, sin saberlo él mismo, era una avanzadilla del cielo en la tierra.

Su vida estaba hecha de mortificaciones, oración y trabajo. Era sencillamente un sacerdote dedicado en exclusiva a todo lo que suele hacer un sacerdote: preocuparse por el alma de sus feligreses y atender a quienes acuden a él con todo tipo de necesidades. Las cartas y las catequesis que nos ha dejado escritas transpiran honradez, sentido común, espiritualidad y ese toque de mística del que sólo están dotados los más grandes. En una catequesis sobre la oración podemos leer lo siguiente: “El hombre tiene un hermoso deber y obligación: orar y amar. Si oráis y amáis, habréis encontrado la felicidad en este mundo”. Y más adelante añade: “Nosotros, por el contrario, ¡cuántas veces venimos a la iglesia sin saber lo que hemos de hacer o pedir! Y, sin embargo, cuando vamos a casa de cualquier persona, sabemos muy bien para qué vamos. Hay algunos que incluso parece como si le dijeran al buen Dios: ‘Sólo dos palabras, para deshacerme de ti.’ Muchas veces pienso que, cuando venimos a adorar al Señor, obtendríamos todo lo que pedimos si se lo pidiéramos con una fe muy viva y un corazón muy puro.”

No, no era tan retrasado como pudiera parecer en un principio el buen cura de Ars. Sabía cuáles eran las cosas más importantes en esta vida y sólo se limitaba a ponerlas en práctica. “Mi secreto –decía él- es sencillísimo: dar todo y no conservar nada”. Por su bondad, por su dedicación en cuerpo y alma a sus feligreses, la Iglesia no dudó no sólo en canonizarle, sino incluso en proponerle como modelo y patrono de los sacerdotes diocesanos, especialmente de aquellos que llevan adelante un sacrificado y poco conocido trabajo en las parroquias.

sábado, 1 de agosto de 2009

Arderéis como en el 36


A nadie se le escapa que estamos viviendo una época de laicismo feroz, donde las creencias religiosas de uno, en especial si se encuentran bajo el cobijo de la Iglesia católica, son una y otra vez vilipendiadas desde distintos frentes. Pensaba, sin embargo, guiado quizá por el deseo de que la sangre no llegase al río, que algunos episodios, como el de las botellas de gasolina sobre una iglesia de Majadahonda, eran sólo hechos aislados producto de algún loco, y quizá puedan serlo en alguna ocasión. Sin embargo, mucho me temo que este hecho, como las pintadas aparecidas en algunas iglesias de Barcelona en el aniversario de la Semana Trágica, sea la consecuencia de la campaña de acoso contra los católicos que estamos padeciendo.

Así parece desprenderse del informe del Observatorio de Antidifamación Religiosa (OADIR), presentado el jueves de la semana pasada en Madrid. “En la sociedad española se está desarrollando, no por casualidad, sino impulsado por ciertos actores de la vida pública, una oleada de anticatolicismo feroz, so capa de tolerancia y progreso”, recoge el texto. Algo que en el último año hemos podido comprobar “no sólo en la calle o en los medios de comunicación, sino, lo que es más preocupante, en algunos partidos políticos, en declaraciones de miembros del Gobierno y en sentencias judiciales [...] de tal manera que el ciudadano español sufre una persecución que le lleva a odiar a la Iglesia católica”.

El informe, que se puede descargar desde la página http://www.oadir.org/, recoge algunos de los últimos episodios de difamación religiosa y ataques a la Iglesia, como las acciones contra las iglesias de Madrid y Barcelona referidas anteriormente, las cajas de cerillas que repartieron las feministas del “barco del aborto” con el lema “la única iglesia que ilumina es la que arde”, la campaña desatada por los viñetistas del diario “Público”, Fontdevila y Vergara, con más de 70 viñetas anticlericales en menos de diez meses, o la proposición no de ley de ERC contra el Papa por sus declaraciones sobre el sida.

Los ataques actuales serían, según el Observatorio de Antidifamación Religiosa, el resultado de un largo proceso que se resume en las siguientes etapas:

-Se ridiculiza a la fe y a sus símbolos.
-No se tienen miramientos a la hora de mofarse de los sentimientos religiosos de los creyentes.
-Se pasa al ataque verbal.
-Comienzan los ataques físicos, primero a los edificios y bienes muebles e inmuebles de los cristianos.
-La violencia contra los cristianos se incrementa y afecta también a la integridad física de los creyentes, o se llega incluso a su asesinato.

Hace poco leía la noticia de una cristiana que había sido ejecutada en Corea del Norte por el “delito” de repartir biblias. Tampoco hace tanto tiempo de cuando un hecho semejante, igual que la ostensión de cualquier otro símbolo religioso, podía acarrear la muerte en España. ¿Hacia dónde nos dirigimos? ¿Tan lejos quedan en la memoria los episodios del año 36, o es que algunos quieren precisamente hacernos volver a esa época? Quien juega con fuego termina quemándose, y todo este odio que se está sembrando quizá no tarde mucho en producir sus frutos; algunos, en realidad, ya los estamos recogiendo. Un poco de sensatez, por favor. Si, tras los últimos actos vandálicos, las personas responsables de las últimas campañas anticatólicas tuvieran dos dedos de frente, cejarían en sus ataques. No creo que sea mucho pedir. Por el bien de todos.